En los primeros años, la hora de acostarse representa para algunos niños la separación con sus padres, por eso a veces aparecen algunos problemas durante el sueño. Según la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), uno de los trastornos más comunes de la primera infancia son las parasomnias o alteraciones en la calidad del sueño. Niños que se despiertan sobresaltados de noche, envueltos en sudor y con la mirada perdida, víctimas de terrores nocturnos, pesadillas o alucinaciones.
“Paz jamás tuvo problemas para dormirse y desde que nació fue aumentando progresivamente las horas de sueño”, cuenta Clara de su hija de dos años. “Pero hace unas semanas empezó a llorar desconsoladamente a mitad de la noche. Con mi marido nos asustamos y más al ver que todo lo hacía dormida. Un día la despertamos y estaba como exaltada, además de muy transpirada. Decidimos consultar con el pediatra y nos enteramos de que Paz tenía pesadillas. Desde entonces, siguiendo el consejo del médico, todos los días implementamos el baño como instancia previa al sueño, para ayudarla a relajarse y facilitar la transición de la actividad diaria".
Las pesadillas empiezan poco antes de los dos años y pueden extenderse hasta los seis años . Y si bien no se sabe certeramente la causa, están relacionadas con el estrés y la ansiedad de los niños. Ocurren habitualmente durante el sueño ligero (etapa de ensueño) y su frecuencia es relativa: hay chicos que las tienen muy seguidas, otros menos, y están quienes ni siquiera llegan a sufrirlas. Es importante diferenciarlas de los terrores nocturnos, que habitualmente son desencadenados por fiebre, falta de sueño y medicamentos, y suelen aparecer a primeras horas de la noche.
Para los padres, la primera evidencia del problema es el llanto desconsolado de su hijo por las noches, acompañado muchas veces de un cansancio excesivo durante el día. A medida que el chico va ampliando su lenguaje, también es posible que verbalice el problema y cuente detalladamente cada uno de sus sueños. Fantasmas, monstruos, grandes catástrofes… todo puede ser fuente de miedo y terror.
Habitualmente son estos mismos relatos buenos indicios para detectar el disparador de la pesadilla: una película, una imagen en el televisor, el relato de un hermanito, un dibujo, etc. Por eso, la mejor medida de prevención es que los padres estén atentos a los estímulos a los que se enfrentan sus hijos, especialmente antes de la hora de irse a dormir.
Una vez instaladas las pesadillas en el sueño del bebé, lo mejor es tranquilizarlo. Si bien para los padres también es desconcertante levantarse súbitamente, hay que mantener la calma y transmitirle seguridad. El bebé debe saber que su mamá o su papá estarán allí para protegerlo y acompañarlo hasta que vuelva a dormirse.
Hablar con los hijos acerca de los miedos y las cosas que los asustan también los ayuda a pensar y sobreponerse a las pesadillas. Los padres, además de propiciarles un entorno agradable para el buen dormir, deben estimularlos con relatos que los ayuden a inventar finales felices a sus sueños.
El triple NO. Qué no se debe hacer frente a las pesadillas:
- No despertarlo: Si el niño llora, pero todavía está dormido, no es necesario levantarlo. Lo mejor es quedarse junto al respaldo de su cama hasta que se despierte o se vuelva a dormir en paz.
- Tratar de no llevarlo a la cama matrimonial. Si tu hijo duerme en su cama, llevarlo a tu dormitorio podría cambiar un hábito que después es difícil volver a implementar. Por otra parte, la idea es ayudarlo a que no le tome miedo de dormir en su propio cuarto y en su propia cama.
- No decirle que las pesadillas no son reales, ni “fue sólo un sueño”, hay que explicarle qué es un sueño y que todos lo tienen.
Con estas pequeñas recomendaciones se puede ir superando mejor esta etapa. Saber qué hay detrás del llanto y cuál es la forma de mejorar el sentimiento del bebé contribuye a sobrellevarla con más calma y esto, en consecuencia, traerá alivio con más prontitud.
Nota supervisada por el Equipo Médico de Mamashelp.