El embarazo es un período en la vida de la mujer en el cual se producen cambios fisiológicos significativos y complejos. Algunos de estos cambios se deben tanto a la producción de proteínas y hormonas esteroides por la unidad fetoplacentaria como a la mayor actividad de las glándulas hipófisis, tiroides y suprarrenales maternas. Aumenta la disponibilidad plasmática de estrógenos, progesterona y una diversidad de andrógenos. Asimismo, se producen cambios en las concentraciones de algunos esteroides suprarrenales como cortisol, aldosterona y desoxicorticosterona.
Hacia el final del segundo mes de embarazo y, presuntamente relacionado con el aumento de tamaño del lóbulo intermedio de la glándula hipófisis, aumentan los niveles plasmáticos de la hormona estimulante de los melanocitos (MSH). Asimismo se ha demostrado la producción de propiomelanocortina en extractos placentarios, resultando esta sustancia una fuente de hormona estimulante de los melanocitos a y b.
Las modificaciones hormonales inducidas por el embarazo normal pueden ejercer efectos significativos sobre la piel de la mujer gestante.
Pigmentación cutánea
Los pigmentos determinantes del color de la piel son básicamente dos: la hemoglobina y la melanina. La hemoglobina está incluida dentro del citoplasma de los glóbulos rojos de la sangre, presentes en el lecho vascular subyacente a la epidermis, y es la responsable de la palidez o rubicundez del tegumento.
La melanina es la que otorga la tonalidad propia de la piel. Su presencia varía cuantitativamente según los grupos étnicos, las zonas del cuerpo y la exposición a la luz solar. Es producida por los melanocitos en la capa basal de la epidermis o de la unión dermoepidérmica. Estas células presentan prolongaciones citoplasmáticas (dendritas) que se intercalan entre las células estructurales de la epidermis, los queratinocitos. Los gránulos de melanina ya maduros se transfieren a estos últimos, y la melanina actúa como mecanismo protector del material genético contenido en el núcleo celular contra los efectos nocivos de la radiación ultravioleta emitida fundamentalmente por el sol.
Cambios pigmentarios de la piel durante el embarazo
La hiperpigmentación es evidente desde una fase temprana del embarazo, normal en el 90% de las mujeres y es más pronunciada en mujeres de piel oscura. Estos efectos son más visibles en las áreas naturalmente hiperpigmentadas como aréolas, genitales externos y periné. Las regiones más susceptibles a la fricción, tales como las axilas y la parte interna de los muslos, también pueden mostrar hiperpigmentación. La línea blanca abdominal, que se extiende desde el ombligo al pubis, también se oscurece. Asimismo, los nevos o las efélides (pecas) preexistentes también se hiperpigmentan durante la gestación.
La hiperpigmentación de la cara o “máscara del embarazo”, se denomina melasma. También se la conoce por el nombre de cloasma, denominación más antigua, y está restringida solamente a la lesión que se manifiesta durante el embarazo.
El melasma se observa en casi la mitad de la población de mujeres embarazadas. Sólo el 10% de los casos corresponde al sexo masculino. Se trata de una hipermelanosis asintomática que se produce con exclusividad en áreas expuestas al sol. También puede presentarse en las manos y los brazos. Si bien todas las razas están afectadas, hay un predominio particular entre los latinos -en especial los originarios del Caribe- y los asiáticos.
Clínicamente puede manifestarse de tres formas que afectan la cara en forma simétrica. La más común es la centro facial que se manifiesta como máculas pardas, con bordes geográficos de intensidad variable, irregulares, que respetan cierta simetría y se extiende sobre la piel de las mejillas, dorso de la nariz, frente, labio superior y mentón. Existen todas las gradaciones, desde formas moteadas hasta verdaderas placas pigmentadas. El tinte oscila entre amarillento y pardo oscuro. Las otras dos formas -menos comunes- son la malar, que abarca las mejillas y la nariz, y la mandibular que afecta la rama de la mandíbula.
El tipo de hipermelanosis puede ser epidérmico (marrón), dérmico (azul grisáceo) o mixto (marrón grisáceo). Su distinción tiene implicancias terapéuticas importantes. El examen bajo la lámpara de Wood distingue la hiperpigmentación epidérmica de la dérmica en todos los fototipos de piel, excepto en los tipos V y VI, en los que ese análisis no tiene valor.
El examen histopatológico revela mayor cantidad de melanina en la epidermis (tipo epidérmico), la dermis (tipo dérmico) o ambas (tipo mixto). En el tipo epidérmico la melanina está aumentada en la placa basal y en la suprabasal, mientras que en el dérmico hay macrófagos cargados de melanina en los vasos ubicados en la dermis media y la dermis superficial. Esto se debe a la presencia de una mayor cantidad de melanocitos con sobreactividad.
Cualquiera sea su origen, el melasma se inicia (o acentúa) durante los meses de verano; es mucho más frecuente en regiones más asoleadas, con mayor altura sobre el nivel del mar, y en las personas morenas. Es más aparente durante y después de la exposición solar y menos evidente en los meses de invierno, cuando la exposición es menor.
Aunque se han descripto algunos casos familiares, el melasma no debería considerarse una afección hereditaria. En un tercio de las mujeres y en la mayoría de los hombres es idipático.
En mujeres no embarazadas y más raramente en hombres, puede ser desencadenado o agravado por tratamientos con fármacos fotosensibilizantes (hidantoínas, sulfas, tetraciclinas), hormonas (anticonceptivos orales), cosméticos y tratamientos faciales exfoliativos previos a la exposición a radiación ultravioleta.
Asimismo, esta discromía puede ser concomitante con hepatopatías crónicas, trastornos ginecológicos (salpingitis, cáncer de ovario), hipofisarios, tiroideos o suprarrenales, y estados carenciales como hipovitaminosis, ferropenia e hipoproteinemia.
El diagnóstico se realiza sobre la base de sus manifestaciones clínicas y debe diferenciarse de la hiperpigmentación posinflamatoria, la que puede excluirse por los antecedentes.
En la mujer embarazada comienza a hacerse evidente desde el segundo mes de gestación y se va acentuando a medida que avanza el embarazo. Las mujeres multíparas relatan diversos grados de melasma aparecido durante los embarazos.
Si bien la melanosis epidérmica remite después del parto, la melanosis dérmica puede persistir en un tercio de las mujeres hasta 10 años más tarde.
En el caso de que el factor desencadenante haya sido el embarazo, durante este período y durante la lactancia no se recomienda que se inicie el tratamiento, el que se realizará en los meses de invierno, luego del parto y del período de amamantamiento. Debe estar indicado y supervisado por un médico dermatólogo y se basa en el uso de sustancias blanqueadoras locales conjuntamente con protectores solares, disminuyendo al mínimo la exposición solar. Si las pantallas solares no se utilizan a diario el tratamiento no es efectivo.
La desaparición por completo de las manchas melánicas es dificultosa e incluso inaccesible con las formas habituales de tratamiento local en los casos en que la alteración compromete la dermis. En estos casos la única opción es el maquillaje cosmético opaco.
Por esta razón es fundamental la prevención durante el embarazo, tomando medidas que atenúen los efectos nocivos de la radiación ultravioleta (UV) sobre la piel, sobre todo en mujeres cuyo fototipo de piel es de I a III.
- I: Piel muy clara. Ojos azules. Pecas.
- II: Piel clara. Ojos azules o claros. Pelo rubio o pelirrojo.
- III: Piel blanca (caucásica). Ojos y pelo castaño.
Medidas básicas de fotoprotección en la mujer embarazada
Los efectos nocivos de las radiaciones solares sobre la piel dependen fundamentalmente de la dosis recibida. Ésta se relaciona con la frecuencia y duración de la exposición y con el tipo e intensidad de radiación UV que recibe la piel.
La fotoprotección y la prevención de los daños ejercidos por los fotones UV sobre la piel pueden lograrse implementando medidas que tengan como objetivo reducir la dosis de radiación ultravioleta que reciba.
Los materiales fotoprotectores utilizados deben cumplir con 4 requisitos biofísicos para lograr la atenuación de las radiaciones solares que llegan a la piel. Estos son:
• Absorción y filtración de los rayos UV en la superficie del estrato córneo a fin de prevenir su transmisión (o penetración) hacia la epidermis y la dermis. Esto se logra mediante la aplicación de compuestos químicos capaces de absorber radiaciones UVB y UVA (pantallas solares químicas). No obstante, se cuenta con una cantidad muy escasa de sustancias químicas asociadas con un espectro de absorción óptimo que abarquen las regiones UVB y UVA. Por ello las pantallas solares son formuladas como compuestos que contienen un total de dos a seis pantallas solares químicas y se conocen con el nombre de “fórmulas de pantallas solares combinadas”, las que consisten en preparados enriquecidos con compuestos capaces de absorber los dos tipos de radiación UV que ejercen efectos nocivos sobre la piel (UVA y UVB). Debe tenerse en cuenta que un valor de FPS (factor de protección solar) elevado no garantiza la protección contra las radiaciones UVA excepto que la fórmula haya sido enriquecida con los agentes químicos absorbentes de estas radiaciones, por ejemplo, benzofenonas.
• Dispersión, y reflexión de las radiaciones que llegan a la piel mediante la aplicación de barreras, como moléculas de óxido de titanio (TiO2) y óxido de cinc (ZnO) micronizados juntas o por separado. Se denominan pantallas solares físicas y son protectores muy eficaces contra los rayos UVA y UVB.
• Inactivación o destrucción de radicales libres y formas reactivas de especies oxigenadas que se producen en la piel expuesta a las radiaciones solares. Esto puede realizarse mediante la administración oral o la aplicación tópica de sustancias antioxidantes o extinguidores de radicales libres.
La pantalla solar de elección en las mujeres embarazadas con fototipo de piel de I a III es aquella que está formulada con agentes absorbentes de radiaciones UVA y UVB combinados, más pantallas solares particuladas (físicas) y con FPS elevado.
Las medidas básicas que deben tomarse durante el embarazo son las siguientes:
- Evitar la exposición solar, especialmente desde las 10 hasta las 17.
- Uso de pantalla solar diariamente. Aplicarla uniformemente sobre la piel limpia y seca, media hora antes de la exposición solar. La pantalla debe estar formulada con compuestos que sean capaces de absorber tanto la radiación UVB como UVA, con un FPS (factor de protección solar) elevado -preferentemente 30- y resistente al agua.
- En el caso de exposición directa al sol: asociar el uso de las pantallas solares con ropas y accesorios que actúen bloqueando la luz solar, tales como sombreros de ala ancha, parasoles, ropas protectoras preferentemente de algodón (tejidos de trama densa), que cubran la mayor parte del cuerpo.
- Beber abundante cantidad de líquido (2 – 3 litros / día).
Debe tenerse en cuenta que estas medidas de fotoprotección, no sólo protegen de la aparición de melasma, sino también de todos los efectos perjudiciales de la radiación UVB y UVA sobre la piel, que contribuyen a la carcinogénesis y al fotoenvejecimiento cutáneo.
La radiación ultravioleta emitida por la luz solar es beneficiosa para facilitar la absorción de calcio, a través de la síntesis de vitamina D. El calcio es fundamental entre los requerimientos nutricionales de la mujer embarazada.
Por esa razón -entre otras- el sol tomado con moderación y teniendo en cuenta las medidas anteriormente citadas, no deja de ser una fuente de vida y salud.
Nota elaborada porla Dra. Leticia V. Marcos