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Alain Touraine:

El mundo de la palabra es femenino

El mundo de la palabra es femenino

El sociólogo francés cree que el mundo concebido desde lo masculino está desapareciendo y que las mujeres están construyendo una cultura desde lo interior.

El mundo de la palabra es femenino

París.- Las mujeres están recuperando la subjetividad. La expresión más importante de ese fenómeno, que está transformando la sociedad, es que comienzan a utilizar el “yo”, sostiene el sociólogo francés Alain Touraine. A los 83 años, con dieciocho libros publicados y como director de cátedra en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales (EHESS), Touraine está considerado el sociólogo vivo más importante de Francia. A diferencia de los académicos que viven encerrados en su torre de marfil, este perfecto conocedor de América latina no puede vivir alejado del compromiso político. Padre de la diputada Marisol Touraine, en 2007 tuvo una activa participación ideológica en la campaña de la candidata socialista Ségolène Royale. Este año escribieron juntos un libro de reflexiones, Si la izquierda quiere ideas, que inspira los actuales debates del Partido Socialista.

Famoso por haber acuñado el concepto de “sociedad post-industrial”, su principal actividad como sociólogo en los últimos años estuvo dedicada a estudiar la evolución de la mujer: Mis trabajos estuvieron siempre orientados a demostrar que las mujeres son creadoras de una nueva cultura, sintetizó durante el diálogo que mantuvo con Sophia en París.

El trabajo de campo que realizó en América latina, en Europa y en el mundo árabe para estudiar la condición femenina quedó sintetizado en su libro El mundo de las mujeres. Desde entonces, su reflexión avanzó hasta descubrir que las mujeres están construyendo una nueva cultura.

–¿En qué consiste esa nueva cultura?

–Estamos a punto de cambiar de sociedad, como expliqué en mi libro Un nuevo paradigma. La sociedad en que vivíamos, que está en vías de extinción, er­­a una sociedad de conquista –de las armas, de la ciencia, del derecho o del intelecto– y, por su naturaleza, estaba orientada hacia el exterior. Esa etapa de la humanidad se agota. Ese mundo, concebido a partir de una concepción masculina, está en proceso de desaparición.

Por eso piensa que éste es el siglo de las mujeres?

Claro. El tiempo de la dominación masculina terminó. El mundo de los hombres era hacia fuera. Pero, desde hace un tiempo, observo que hombres y mujeres comienzan a definir una cultura orientada hacia el interior. El mundo masculino de conquista era hacia afuera, mientras que ahora hay un mundo hacia adentro. El interés por la psicología, por la vida sana, por el cuidado del cuerpo, por las relaciones amorosas y por las prácticas sexuales placenteras son manifestaciones de una tendencia a valorizar la concepción de bienestar personal, del desarrollo individual y de la felicidad.

–Esa generalización abarca también a la mujer argentina...

Desde luego. La mujer argentina se caracteriza por su sofisticación y por su tendencia a incorporar rápidamente las evoluciones positivas que aparecen en otras sociedades. Pero yo estoy hablando de tendencia más o menos universal.

–¿Cómo explica la creación de una “sociedad hacia adentro”?

Creo que las mujeres son los motores de ese fenómeno. Eso me parece indiscutible. Los hombres se limitan a acompañar a las mujeres en ese movimiento. La dominación que ejercían los varones sobre las mujeres no sólo se manifestaba por la desigualdad o por la violencia. El aspecto más importante de ese sometimiento consistía en negarle a la mujer su subjetividad. Esa situación abominable se manifiesta en forma más visible en el mundo musulmán, pero el mismo fenómeno existe en otras regiones y en otras culturas.

–¿En qué consiste esa negación de la subjetividad?

La expresión más clara es que la mujer no dice “yo”. En los trabajos de investigación que hice sobre las musulmanas, me sorprendió el caso de una mujer soltera de unos 30 años. Aunque estaba satisfecha con su vida profesional, se sentía mutilada por la presión familiar y el control que ejercían sus padres sobre su trabajo, sus proyectos, su vida íntima… A los 30 años no había podido conocer la plenitud sentimental y, mucho menos, sexual. Su subjetividad había quedado sepultada por la presión colectiva. Por fin, decidió irse de su casa y, cuando relató esa historia llorando ante un grupo de mujeres, concluyó diciendo: “Es la primera vez que me atrevo a decir ‘yo’ y a pensar en mí”. Ahora las mujeres dicen “yo”.

–En ese sentido, las mujeres parecen estar mucho más avanzadas que los varones.

Por una vez, no son las mujeres las que deben igualar a los varones, sino que son ellos los que deberán ponerse a la altura de las mujeres. Eso significa que para igualar la subjetividad femenina, los hombres tendrán que dejar de concentrar su libido en el trabajo, en las apariencias sociales y en su realización profesional. En cambio, deberán buscar un equilibrio razonable entre la vida profesional y la vida personal, como hacen las mujeres…, con mucha dificultad, por cierto. Entramos en una sociedad en la que los grandes valores son la plenitud, el bienestar personal, el desarrollo individual y la felicidad. Esa tendencia se manifiesta permanentemente. Incluso las revistas, desde las publicaciones científicas hasta las populares, hablan de esos temas en forma constante.

–Se diría que las mujeres tienen una representación de la sociedad más coherente que los hombres.

–Es lógico. El hombre tenía la posición dominante en una sociedad que yo he definido como la sociedad de conquista, y pierde ese lugar porque la sociedad de conquista ya no existe. Pero el hombre sigue aferrado a los antiguos valores. La jerarquía masculina coloca el trabajo en primer lugar –incluso por encima de sus intereses o de sus deseos personales–, mientras que la mujer se esfuerza por mantener un equilibrio entre sus diferentes focos de interés. Las mujeres habitan un universo coherente de representaciones y de prácticas que se muestra profundamente distinto del de los hombres, porque se orienta hacia la creación de sí y a la recomposición de la sociedad.

Eso tiene un precio.

Ellas trabajan más que los hombres, con salarios más bajos y carreras inferiores a los hombres. Pero se ocupan más de los hijos y tienen más satisfacciones en el terreno de los sentimientos filiales. Una mujer nunca dirá, como ocurre con los hombres: “Por culpa del trabajo no vi crecer a mis hijos”.

–Ahora, ¿hacia dónde vamos?

Es necesario repensar toda la sociedad, pero no a partir del modelo masculino de conquista, sino de una concepción femenina, que es la creación

–¿Ésa es una posibilidad para reorganizar la sociedad?

No, no es una posibilidad. Ésa es la única gran salida. Es preciso que hombres y mujeres tomen conciencia de ese gran cambio y en ese momento se comprenderá que el factor más dinámico en la sociedad son las mujeres. La prueba es que los hombres todavía dominan la producción, el dinero o las armas, mientras que el mundo de la palabra, de la reflexión y del análisis interior es un universo completamente femenino. Si usted organiza un coloquio para hablar de ese tema, son las mujeres las que hablan y los hombres permanecen callados. Al final dicen que están de acuerdo con las mujeres. En términos concretos, los varones todavía tienen el poder, la plata, las armas; pero ellas tienen el significado de las cosas.

–¿Eso significa que el hombre perdió su poder?

–No estoy diciendo eso. Lo que digo es que ya no es el hombre quien imprime el sentido. Lo novedoso es que el hombre perdió la palabra. Eso no quiere decir que perdió el poder. Las mujeres tienen la iniciativa, se organizan, reflexionan, se expresan y combaten, mientras que el hombre permanece silencioso. Actualmente, son las cosas que dicen y que escriben las mujeres, sobre todo en el mundo de la información, las que tienen mayor incidencia en la evolución de la sociedad.

–Pese a esos progresos, quedan viejas prácticas de dominación masculina.

–Es preciso distinguir dos cosas fundamentales. El primer combate crucial de la causa femenina fue obtener la igualdad. En los últimos treinta o cincuenta años hubo avances en algunos sentidos, pero aún subsisten grandes retrasos en diferentes áreas, sobre todo en el campo profesional y en el terreno económico. Hay que reconocer que, con el pretexto de una crisis que es general para hombres y mujeres, en materia de salarios no sólo no hay progresos, sino que hubo un retroceso.

–¿En qué sentido?

–Las estadísticas muestran claramente que el desempleo, la precariedad y la penabilidad del trabajo afectan más a las mujeres que a los hombres. Pero el asunto más inquietante en este momento es el aumento de la violencia, y en particular la violencia conyugal. Algunas estadísticas son escalofriantes en ese sentido. Una de cada cinco mujeres ha sufrido violencia de género, que va desde golpes e intimidaciones hasta la violación. Por otra parte, la mayoría de la gente que purga penas de prisión fue condenada por crímenes sexuales. Sin embargo, a pesar del aumento de la represión, no se advierte ninguna disminución importante de la violencia. Eso muestra que la peor de las formas de dominación masculina –es decir, la violencia– está muy lejos de haber desaparecido de las relaciones hombre-mujer, incluso en las sociedades más desarrolladas.

–Todo eso parece muy pesimista.

–El único aspecto positivo de esa tendencia es que las mujeres ahora hablan. Rompieron la barrera del silencio que las mantenía en una situación de doble sometimiento. Gracias a esa liberación intelectual, la mujer perdió el miedo a los riesgos que implica la ruptura de una pareja o de su matrimonio: el 80% de los divorcios son pedidos por las mujeres y la mayoría de ellos están relacionados con el aspecto sexual. A los hombres sólo les enseñaron a mirarse a sí mismos. “El factor más dinámico de la sociedad es la mujer. Prueba de ello es que el hombre todavía domina la producción, el dinero y las armas, mientras que el mundo de la palabra, de la reflexion y del análisis interior es un universo completamente femenino”.

Contrapunto

Las mujeres tienen iniciativa, se organizan, reflexionan y se expresan, mientras que el hombre permanece callado. Ellas tienen el significado de las cosas”.

La peor de las formas de dominación masculina, la violencia contra la mujer, no ha desaparecido. El aumento de la violencia, en especial en la sociedad conyugal, es inquietante”.

Alain Touraine

Su concepto de sociedad post- industrial lo instaló como uno de los sociólogos más reconocidos del mundo. Tiene 83 años y dieciocho libros publicados. Apoyó a Ségolène Royale en las últimas elecciones.

El varón ya no es el que imprime el sentido. Son las cosas que dicen y que escriben las mujeres las que tienen mayor incidencia en la evolución de la sociedad.

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