La decisión de adoptar fue difícil. “Me resistí por años. Yo quería un hijo biológico”, dice Jorge. Pero un día una experiencia vital lo impulsó a cambiar de parecer. “Fuimos a una fiesta donde todas las familias eran adoptivas. Me impactó ver la ternura de los padres varones con sus hijos adoptivos. Esa escena quedó grabada en mi corazón y creo que fue la confirmación del deseo que no me animaba a despertar: ser papá adoptivo”, recuerda .
Jorge hizo el duelo por lo biológico y junto con Florencia, su mujer, se acercaron a la fundación Anidar a fin de prepararse para este paso. “Yo tenía miedo a lo desconocido, a no poder reconocer al hijo adoptivo como hijo, a no ser buena madre. Además, me enfrenté con muchas incógnitas: ¿Cómo será la cara de mi chiquito? ¿Qué carácter tendrá?”, dice Florencia. “El proceso de preparación fue complejo.
Duró más de dos años, pero fueron meses fructíferos. Adoptar no es llenar un vacío. Es darte la oportunidad de ejercer esa paternidad que está dentro tuyo y convertirte en padre de un chico necesitado”, explica Jorge. En el caso de Florencia, fue muy importante estar armada para enfrentar los cuestionamientos de sus hijos. “A los tres años, el mayor me preguntó por qué su mamá biológica lo había dejado. Tenés que saber qué decirle y cómo. Ellos tienen su tiempo, quieren ir conociendo la verdad poco a poco y uno debe respetar su proceso”, comenta ella.
Florencia y Jorge sienten la tranquilidad de haber hecho las cosas por “derecha”. “Desde el principio tuvimos claro que esperaríamos que un juez nos llamara. Gracias a Dios ocurrió. Y fue cuando estábamos maduros, informados y listos para ser padres. No siempre la espera es estéril”, concluye Florencia.