Recibir a las chicas fue lo mejor que nos pasó en la vida”
Por María Bonta
“Desde que me casé con Hernán, sabíamos que no podíamos tener hijos y así, con el tiempo, decidimos iniciar el camino de la adopción. Desde que nos inscribimos pasó un año. En comparación con otros padres que esperan muchísimo tiempo, el llamado llegó rápido. Puede haber influido que estuviéramos dispuestos a adoptar hermanos, incluso si eran mellizos, que tuvieran hasta 4 años o más.
El día que recibimos el llamado de un juzgado de Tartagal, en Salta, fue el más feliz de mi vida. Nos dijeron que tenían nuestra carpeta y que nos habían elegido para adoptar gemelas de un año y medio, que vivían en un hogar de Salta Capital. Viajamos ese mismo fin de semana. Esther y Lucía tenían un año y nueve meses y al principio estaban un poco serias, no se acercaban demasiado, mostraban cierta indiferencia. Yo estaba muy nerviosa, pero enseguida nos invitaron a pasar a una sala de juegos, y a través del juego, nos fuimos acercando.
Llegamos a la mañana, y al mediodía nos dieron a las chicas para que nos las lleváramos. Poco a poco les explicamos que se iban a quedar con nosotros y todo se fue dando con naturalidad. Les fuimos dando todo nuestro amor y fueron respondiendo. En un tiempo muy corto nos empezaron a decir mamá y papá. Con la adopción, experimentás de verdad cómo la paternidad es un vínculo que se alimenta con la entrega de amor cada día. Recibir a las chicas fue lo mejor que nos pasó en la vida”.