La llegada de un nuevo bebé conmociona a todos, pero especialmente al hermano o a los hermanos que ya están en la familia. El embarazo de su mamá despierta en ellos sentimientos ambivalentes, porque los celos conviven con unas expectativas positivas y alegres, siendo el paso de un estado a otro muy dinámico. Todos alrededor felicitan a la mamá y están contentos. El hermano mayor sabe, de un modo u otro, dependiendo de su edad, que lo mismo se espera de él. Ante esta situación, la mamá y el papá pueden ayudarlo mucho demostrando que lo comprenden y entienden lo que siente y por qué. Es decir, no hay que negar el aspecto de “fastidio” que el futuro nacimiento pueda provocar en el hijo, pero destacando también lo mucho que habrá para alegrarse. En este sentido, uno de las mayores herencias que los papás pueden dejarle a un hijo es un hermano. La situación nueva y extraña puede transitarse mejor si se enfatizan las bases de este vínculo que será perdurable, el fraternal.
Miriam, mamá de cuatro hijos que se llevan menos de dos años entre sí, cuenta su experiencia: “Creo que tenerlos tan seguidito fue la solución. Juan Pablo era bebé cuando nació Belén, por lo tanto ni se dio cuenta de que se incorporaba la hermanita. Cuando nació Lucía, la tercera, los dos mayores conocían la experiencia de ser hermanos, con lo que la incorporación les resultaba natural, pienso yo.
En todo caso, era muy natural para mi marido y para mí, y creo que eso favoreció las cosas.” Como dice Miriam, es verdad que en gran parte el manejo de la situación depende de cómo lo asumen los papás. Si la mamá está demasiado ansiosa por cómo lo tomará el hermano mayor, le estará transmitiendo motivos para sentir rabia o enojo. “A mí me sorprendió mucho una compañera de trabajo, que tenía una única hija de casi siete años, Sofía. Cuando le pregunté si quería tener más, me contestó que Sofía no quería. ¡Cómo dejar una decisión así a una niña!”, relata Marcela, y agrega: “Creo que se trata de una decisión entre dos, aunque teniendo en cuenta la realidad familiar. Pero no puede ser que el hermano sea consultado para ver, como padres, si pueden o no tener otro bebé”.
Más allá de las opiniones personales, siempre queda claro que tener otro bebé despierta la pregunta de cómo vincularlo con la realidad presente, en la que ya hay uno o más hermanitos. Respecto de cuál es el mejor momento, se trata de algo muy relativo, relacionado con la situación y valores de cada familia. Sin embargo, distintas mamás coinciden en recomendar ciertos aspectos, que a ellas les fueron favorables: por ejemplo, afirman que una diferencia de tres años entre los dos nacimientos es muy práctica para la mamá, porque a esas alturas el mayor come solo y no usa pañales, va al jardín y está bastante independizado de su mamá. Además, es consciente de la llegada al mundo del hermanito, puede compartir parte de ese mundo, disfrutarlo, y no habrá tanta diferencia de edad como para que el tiempo los distancie en su amistad.
Según un estudio de la Universidad de California en San Francisco, el intervalo ideal entre bebés es de 24 a 35 meses; los médicos suponen que el cuerpo de la mamá puede necesitar ese tiempo para recuperar su forma y sobreponerse al estrés del parto anterior antes de volver a concebir, además de reponer los nutrientes que tenía antes del parto anterior. Igualmente, hay que considerar que si el parto fue por cesárea, el cuerpo necesitará, idealmente, de un período de dos años para volver el útero a su normalidad. Con respecto a la cesárea, no deben tomarse las recomendaciones como prohibiciones.
En general, los obstetras piden a la mujer que no sobrepase las tres operaciones, y que espere al menos dos años entre éstas; pero existen muchos casos de un año entre cesáreas y de mamás con cuatro y más cesáreas que no han tenido ninguna complicación. En cada caso, es el obstetra el único que puede aconsejar, según su experiencia y el estado físico de cada paciente.
En definitiva, saber cuál es el momento para tener un nuevo bebé es algo que nadie podrá contestar por nosotros. Pero tampoco es una pregunta que merezca una respuesta racional o “acertada”. Muchos papás y mamás recuerdan que el primer hijo llegó sin la certeza total de si era o no el momento: “Si esperábamos a tener todo bajo control, y hubiéramos sabido todo el esfuerzo que significaba, probablemente lo hubiéramos seguido demorando años”, confiesa Carlos. “Nadie puede estar seguro de que ya está preparado para ser papá, o mamá”, agrega, “sólo se aprende a ser papá siendo papá”.
Lo mismo puede decirse del segundo hijo, en adelante. Si alguien espera darle todo al primer bebé para, entonces, dar paso al siguiente, el momento no llega nunca. ¿Cuándo es suficiente? Por eso, si se busca la respuesta “acertada” habrá que bucear en cada familia, en cada pareja o en el interior de uno mismo. Es que un hijo, incluso si llega “por sorpresa”, puede transformar el embarazo en el momento más oportuno y acertado de todos.