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Cuando hay otros hijos

Cuando hay otros hijos

A muchas mamás que no son primerizas les parece una fantasía escuchar hablar del profundo lazo entre mamá y bebé recién nacido o sobre el mundo idílico que los rodea y los aparta del mundo real. ¿Cómo encontrar esa intimidad ideal cuando hay otros niños pugnando por ese mismo espacio?

Cuando hay otros hijos

Los hermanitos –o hermano- del recién nacido no quieren renunciar a su mamá, a los juegos con ella, al cuento para irse a dormir o al ratito de diálogo a la salida del colegio. Y es lógico. Pero, al igual que la mamá, ellos tienen que aprender a reubicarse en la nueva realidad.   La llegada de un bebé siempre exige redistribuir los espacios familiares: ¿dónde irá el moisés?, ¿dónde guardar la ropita y los pañales? Reaparecen el cochecito, el porta bebé y tantos otros objetos olvidados, que nuevamente deben encontrar un lugar en la casa. Sin embargo, no es sólo el espacio lo que va a modificarse. Se impone también una redistribución del tiempo, y esto no siempre es tan “visible”, ya que no se trata de “ubicar” una cuna, sino, por ejemplo, un momento para ducharse. Tan difícil es para la mamá encontrar ese tiempo personal, como encontrar en su día un rato para las necesidades de cada hijo.

¿Qué hacer? Pueden servir algunos consejos. Primero, recordar que las mamás son personas y como tales tienen limitaciones; esto puede ayudar a escapar del sentimiento de culpa por no poder atender a todos con la disposición ideal. Segundo, es bueno volver a pensar en términos de objetivos de vida: revisar la escala de prioridades.  De esa manera, la mamá tal vez pueda alegrarse al saber que está haciendo justamente lo que deseaba: tener una familia, dar hermanos a sus hijos, saber que un nuevo bebé enriquece su mundo y contemplar que a todas las personas las  fortalecen las dificultades que aparecen en el camino. Tercero, intentar  que cada hijo tenga un momento de exclusividad con ella.

Estas sugerencias pueden ayudar a calmar las ansiedades de la mamá y de los otros chicos, pero también pueden servir para aprender a reubicarse en la realidad ampliada por la presencia del bebé. Si, además de algunos momentos a solas para cada uno, se planean tiempos conjuntos, los chicos pueden aprender a disfrutar de sus hermanos y encontrar alegría compartiendo con ellos cosas cuya “propiedad” es común, por ejemplo, la mamá. Así, participar algunas veces del momento de lactancia para asombrarse con el instinto del bebé es una forma posible de aprender a amarlo, viendo su pequeñez y su necesidad. Otra situación ideal es el baño del pequeño, que bien puede sobrellevarse mejor con la ayuda de los hermanos mayores.

Tal vez la mamá no experimente esos momentos de intimidad ideal y excluyente con el recién nacido (cosa que tal vez sí pudo hacer con su primer hijo), pero eso no significa que lo que comparten sea inferior en calidad de crianza. Tener otro hijo tampoco significa tener que renunciar a la intimidad (consigo misma, con el papá de sus hijos ni con el nuevo bebé). Es importante para el bienestar de todos que la mamá tenga esos momentos, también para el descanso, y encuentre la colaboración de los demás miembros de la familia.

La llegada del bebé, al principio, parece complicar las cosas, pero vale recordar que - como seguramente sucedió con el o los hijos previos - después de unos pocos meses todo se va reacomodando. Mejor todavía, entonces, confiar en que esta vez sucederá lo mismo y que, de paso, la mamá estará logrando fortalecer vínculos familiares más intensos, aunque se armen de un modo distinto a  los que formó con sus otros hijos. 

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