Etimológicamente, uno de los significados de la palabra latina educare es “conducir de la oscuridad a la luz”. Asimismo, el método socrático de enseñanza consistía en extraer de nuestro propio ser el conocimiento que se encuentra allí, pero que permanece oculto. Este método consistía en preguntar constantemente y lograr las respuestas por parte del alumno, a partir de sus conocimientos ya adquiridos y mediante la aplicación de la lógica en el razonamiento.
La verdadera educación es aquella que nos conduce hacia la libertad, hacia la capacidad de conocer nuestros propios intereses y desarrollarlos a partir de nuestro propio potencial. En este sentido, los padres deben ser conscientes de la educación de sus hijos y tener siempre presente que la misión es brindarles una educación que les permita tomar sus propias decisiones cuando sean adultos. Mientras son pequeños, educarlos parece mucho más fácil, porque creen todo lo que les decimos, pero a medida que crecen comienzan a cuestionar nuestra autoridad y no siempre piensan como nosotros. ¿Cómo aprender a ser padres conscientes? Nadie dice que es tarea fácil.
Lo primero que debemos saber es que educar a los hijos es la tarea más exigente que vamos a tener en la vida. Se trata, ni más ni menos, de crear y desarrollar su potencial como personas. Evidentemente, es la posibilidad de brindarles una base que posiblemente permanecerá en ellos para siempre.
Antes de tener hijos, sería conveniente que todos nos preguntemos para qué queremos tomar ese paso tan importante. Y, frente a semejante interrogante, nos tenemos que plantear las diversas alternativas de respuesta:
1. Para cumplir con los mandatos familiares y sociales.
2. Para fortalecer el vínculo con nuestra pareja, vínculo que creemos debilitado.
3. Para nuestra propia diversión, dado que nos aburrimos de nuestra propia existencia.
4. Para llenar un vacío que se nos ha creado en nuestra vida.
Si hemos elegido cualquiera de estas alternativas, nos encontramos en un gran problema. Eric Fromm, un psicólogo social que tomó este tema, sostenía que antes de ser padres, debemos haber desarrollado nuestro propio ser, de manera tal de haber alcanzado nuestra propia realización como personas. Nuestros deseos egoístas no son suficientes para concebir un hijo. Sólo si nos encontramos satisfechos con nuestra propia existencia podremos ser padres conscientes, maduros y responsables. El sólo hecho de tener hijos no nos convierte en padres. Los padres comprometidos comienzan a serlo antes del embarazo, siendo conscientes de la decisión que están tomando y de las consecuencias que tiene traer una nueva existencia al mundo.
Cuando los niños nacen, son como una hoja en blanco, todo lo que les enseñemos quedará inscripto en su memoria y en su inconsciente. Todo a su alrededor es motivo de asombro y esta constante curiosidad es el principal motor de aprendizaje.
En verdad, hay dos maneras de ser padres: consciente o inconscientemente. Los padres conscientes son aquéllos que saben que sus hijos no les pertenecen, que es su destino crecer e independizarse. Estos padres educan a sus hijos para la libertad, para tener medios propios para tomar decisiones. Los padres inconscientes consideran que sus hijos son una más de sus posesiones y los tratan como una prolongación de sus egos. No están interesados en que crezcan y sólo les inculcan patrones automáticos de pensamiento, plagados de los mismos prejuicios y preconceptos que sus propios padres les inculcaron en su propia niñez.
Los niños, en el proceso de crecimiento y desarrollo de su personalidad, atraviesan fundamentalmente tres etapas. Hasta los doce años, creen indiscriminadamente todo lo que les dicen sus padres. Durante la pubertad y la crisis de la adolescencia, comienzan a cuestionar y poner en duda todo aquello que les enseñamos. Esta es una etapa necesaria en su maduración como persona. No se trata de un rebeldía innecesaria sino de una etapa fundamental en su crecimiento. Una vez superada esta fase, aproximadamente hacia los 18 años, comienzan a tomar sus propias decisiones y descartan o conservan aquello que les enseñamos.
La paternidad no es fácil, sobre todo porque parte del aprendizaje no es sólo de nuestros hijos sino que es propio: debemos aprender a ser padres. Y sobre todo debemos aprender a educar a nuestros hijos para la libertad. ¿Y qué es la libertad en la sociedad contemporánea y posmoderna? Es la posibilidad de tomar decisiones, frente a la multiplicidad de alternativas que se nos presentan, tener medios propios de decidir frente a la creciente diversidad del mundo que nos rodea.