“Yo no empecé. Ella me pegó primero”. “Ella arruinó mi juego de PlayStation. Siempre se está metiendo con mis cosas”. “¿Por qué él puede ir y yo no? ¡No es justo!”
¿Le suenan familiares estas quejas? Si tiene dos o más hijos, seguramente sabe lo intensa y dolorosa que puede ser la rivalidad entre hermanos. “A veces los chicos discuten por las cosas más insignificantes, como quién será el primero en andar en patines por la calle”, dice Pat Weston, de Coatesville, Pensilvania, madre de cuatro hijos. No obstante, resolver los conflictos está lejos de ser algo sin importancia. Los expertos aseguran que las peleas entre hermanos afectan la autoestima y autonomía de los chicos, alteran la armonía familiar e influyen en la forma en que elegirán a sus amistades en el futuro. Incluso la manera en que los adultos lidian con sus problemas puede ser reflejo de los conflictos que tuvieron con sus hermanos en la infancia.
No es fácil inculcar el cariño y la importancia de valores como compartir y cooperar con los demás cuando hay que lidiar también con sentimientos como los celos, la ira y la agresividad. Si quiere lograr el equilibrio, pruebe los siguientes consejos.
Busque el origen del problema
A menudo los adultos intervienen en un conflicto justo cuando estalla la violencia, “por lo que rara vez pueden determinar qué provocó la pelea”, dice la orientadora y escritora Elizabeth Crary, quien vive en Seattle. El niño que arma un alboroto mediante un acto hostil, como pegar, tal vez solo esté respondiendo a las continuas provocaciones de su hermano. “Si sus padres comprendieran lo que realmente sucede, podrían ayudar a ambos niños”, explica
Observar a nuestros hijos nos brinda muchas oportunidades de alentar el comportamiento que consideramos positivo, por ejemplo, elogiarlos cuando le prestan sus juguetes a uno de sus hermanos.
Respete sus sentimientos
Cuando los chicos se enojan, la ira impide que procesen la información de manera correcta. Crary aconseja esperar a que se calmen, y entonces enseñarles a relajarse controlando la respiración o agitando las manos o el cuerpo para “sacudirse el enojo”. Una vez que las aguas hayan vuelto a su cauce, trate de que los niños identifiquen y expresen sus emociones, lo que les permitirá entender el punto de vista del otro.Al principio quizá tenga que encauzarlos un poco, sobre todo si son pequeños. Por ejemplo, si uno de ellos está enojado porque su hermana no le presta sus cosas o porque usted le dedica mucho tiempo a su bebé, hágale ver que entiende su estado de ánimo. Cuando los chicos saben que sus sentimientos son tomados en cuenta, tienden a mostrar mayor empatía hacia los demás.
Imponga reglas
En las paredes de la cocina de Sabrina y Eric Di Miceli en Redding, Connecticut, están pegados dibujos de sus hijos cuyo tema es cómo llevarse bien. Con tres chicos menores de seis años, imponer pautas para mantener la armonía no les resulta fácil. Exige tiempo y paciencia, pero las reglas reducen las peleas.
“Los niños aprecian que se les señalen reglas y límites, porque saben que es la única manera de resolver los conflictos”, dice Hildy Ross, psicóloga de la Universidad de Waterloo, Ontario. Ross ha descubierto que en la mitad de los casos los padres no respetan las reglas que ellos mismos imponen. Además, los actos agresivos de los chicos atraen más la atención que travesuras en apariencia inocentes como tomar un juguete que no es suyo. “Pero la propiedad y los derechos individuales son tan importantes para los niños como acatar las reglas”, agrega.
Respetar las posesiones y el espacio personal de cada quien es la mejor manera de evitar confrontaciones. Si quiere eliminar roces, determine con claridad el tiempo que a cada chico le corresponde ver la televisión o jugar en la computadora, por ejemplo.
Déjelos opinar. Permita que los niños encuentren por sí mismos la solución a sus conflictos. Cuando surja una pelea, trate de determinar qué la motivó. Luego, pídale a cada niño que repita el punto de vista del otro, para fomentar la comprensión entre ellos. Al final, ellos pueden aportar ideas para tratar de llegar a una solución.
Gracias a este método, los niños Di Miceli decidieron ver Plaza Sésamo en la televisión familiar. Así, si Chase, el mayor, se aburría, podía ver sus programas en otra televisión. El uso de la computadora también está restringido a un horario. Chase la usa por la mañana, mientras que Grayson, de cuatro años, juega con ella por la tarde. “Los chicos son más considerados, creativos y condescendientes cuando toman parte en la solución de sus problemas”, explica Ross.
Enséñeles con juegos
Por lo general a mamá le toca dirimir las disputas, pero según cierto estudio, la influencia del padre tiene mucho más peso cuando se trata de cooperar. “El papá que le enseña a su hijo a compartir y a establecer turnos, le está inculcando un estilo de interacción que fomenta la cooperación”, afirma Brenda Volling, psicóloga de la Universidad de Michigan. Los juegos en familia son una gran oportunidad para que los padres inculquen la cooperación en sus hijos. Organice juegos donde cada niño elija representar un personaje, como un policía o un bombero.
Los chicos buscan de manera natural la cercanía y el amor de la familia. Cuando conocen el valor de la cooperación, esta cualidad se extiende a otros aspectos de su vida y les atrae la amistad de otros chicos. “Enseñar a nuestros hijos a expresar sus sentimientos, a transigir y a divertirse con sus hermanos es un regalo para toda la vida”, concluye Volling.
Puede estar seguro de que estos lazos fraternales acompañarán a sus hijos para siempre.
Fuente:
Culbreth, Judsen, Revista Selecciones