Consecuencias de la obesidad infantil
Durante las últimas décadas se ha observado un aumento en la incidencia de la obesidad en la población en general. En la actualidad la obesidad infantil es considerada como una epidemia global, en virtud del alarmante aumento de su prevalencia y severidad, que se presenta no sólo en los países desarrollados sino también en el tercer mundo.
Las consecuencias a corto o largo plazo de la obesidad en la infancia pueden ser disminución: de la calidad de vida, de la salud y de la expectativa de vida; y más aún se estima que esta epidemia de obesidad crearía un gran costo a la sociedad debido a la pérdida de productividad de la población y el subsiguiente aumento de los gastos para el cuidado de la salud.
Durante este último tiempo se han llevado a cabo diferentes estrategias de tratamiento para combatir la obesidad ya declarada en la población infantil, pero el tratamiento de esta enfermedad no siempre tiene buenos resultados a largo plazo.
Cómo prevenir la obesidad infantil
Por lo tanto el énfasis debería ponerse en realizar medidas de prevención primaria de la obesidad infantil; según algunos autores algunas estrategias fundamentales para la prevención tendrían como objetivo principal la modificación del comportamiento en la niñez como: aumentar la actividad física y establecerla como una rutina diaria y promover hábitos alimentarios saludables.
También en los últimos años se postularon nuevos conceptos de prevención en edades muy tempranas de la vida; ya en los años ’50 se observó en animales que ciertas condiciones en la alimentación durante períodos críticos de la vida, predeterminaban su peso corporal en la adultez. Este fenómeno, que luego recibió el nombre de “programación nutricional o metabólica temprana de la salud del adulto”, ha sido rescatado por la comunidad científica y en la actualidad varios estudios experimentales y poblacionales que señalan que durante ciertos períodos críticos: desarrollo en el útero materno y durante los primeros años de vida, se puede influir en la modulación del riesgo de obesidad en la edad adulta.
Leche materna y obesidad infantil
Es sabido que los lactantes alimentados a pecho tienen menor riesgo de obesidad que aquellos que han sido alimentados con fórmulas infantiles después del nacimiento, la explicación de cuáles son los mecanismos que ocurren para el menor riesgo de obesidad asociados con la alimentación a pecho es importante, porque el entendimiento de éstos permitiría ofrecer mejoras en las prácticas de alimentación infantil tanto para lactantes que son alimentados con leche materna como para aquellos que reciban fórmula infantil.
La manera en que los lactantes se alimentan con leche humana no puede ser copiada por los sustitutos de la leche materna, pero ¿qué sucedería si los efectos protectores de la alimentación a pecho estuvieran relacionadas con las características de composición nutricional de la leche humana?, entonces los beneficios podrían extenderse también a la población de bebés que se alimentan con biberón realizando modificaciones adecuadas y oportunas a las composiciones nutricionales de las fórmulas infantiles.
Recientemente, se han publicado resultados de un estudio: “Programa de Obesidad en la Niñez de la Comunidad Europea”, en los que se demuestra que los lactantes alimentados con fórmulas infantiles con una menor cantidad de proteínas tienen una ganancia de peso más adecuada cuando se compara esta ganancia de peso con aquellos lactantes alimentados con fórmulas con alta cantidad de proteínas con idéntica cantidad de energía.
Los lactantes alimentados con fórmulas con bajo contenido proteico mostraron patrones de crecimiento en peso y talla, durante los primeros 2 años de vida, similares a los lactantes alimentados a pecho. Y cuando se compararon los grupos alimentados con fórmulas infantiles, con baja cantidad y alta cantidad de proteínas, se observaron notables diferencias entre ambos grupos, evidenciándose que los bebés que recibieron fórmulas infantiles con mayor cantidad de proteínas tenían cifras mayores de peso y su a los 12 y 24 meses de edad.
La hipótesis que se planteó en este estudio es que el exceso de ingesta de proteínas (mayor a las necesidades de los lactantes) con adecuado aporte de calorías provenientes de las grasas e hidratos de carbono; aumentaría la secreción de insulina, una de las hormonas que produce el crecimiento). Esto posiblemente conduciría a promover el crecimiento de los adipositos, como así también la actividad y su diferenciación durante los primeros dos años de vida; podría predisponer a un aumento del riesgo de obesidad en etapas más tardías de la vida.
Este programa se realizó 5 países europeos para evaluar esta “hipótesis de proteína temprana”; es decir si la variación de la ingesta de proteínas en etapas tempranas de la vida afecta los parámetros de crecimiento y el riesgo de obesidad. Además, ofrece una nueva oportunidad para evaluar los efectos del tipo de dieta que se realice en los primeros años de vida sobre la salud de los individuos a largo plazo.
Es por eso que la modificación de hábitos alimentarios durante etapas tempranas del desarrollo puede ofrecer una oportunidad para una efectiva reducción del riesgo de la aparición de obesidad en las personas.
La lactancia materna es la alimentación ideal para los lactantes pero en el caso de que no sea posible, es importante que se consulte al Pediatra o Nutricionista de cabecera para que le enseñen todas las técnicas que permitan el no abandono de la lactancia natural o en su defecto para que le recomienden la mejor opción de alimentación para el crecimiento y desarrollo óptimo de su bebé.