Niño
4 años

A mi hijo no lo invitan...

A mi hijo no lo invitan...

Como padres, siempre queremos lo mejor para nuestros hijos. Por eso nos resulta muy doloroso cuando percibimos que son rechazados por los otros chicos. Queremos que tengan amigos y  que se sientan queridos ¿Qué podemos hacer por ellos?

A mi hijo no lo invitan...

 Los padres soñamos con que nuestros hijos tengan amigos y se lleven bien con los demás. Pero a veces, notamos que son rechazados y nos duele. Si nuestro hijo fue borrado de la lista de cumpleaños, excluido del pijama party o dejado de lado en el recreo, sepamos que esto es parte del proceso normal de crecimiento y que va a sobrevivir. Hasta los chicos más populares, en algún momento, son rechazados por sus amigos. Sin embargo, si esto se vuelve constante y continuado, el problema puede ser más serio.

 

Los amigos de tu hijo, ¿son todos malvados, malcriados y peleadores? Si este no es el escenario, habría que ver en cuál habilidad social está fallando tu hijo y por qué. ¿Es demasiado competitivo? ¿Muy temperamental? ¿Autoritario? ¿Insensible? ¿Es chismoso, celoso o agresivo? Estas son algunas preguntas que van a ir ayudándonos a descubrir el problema  para poder encontrarle solución. Cuando resuelva su dificultad para relacionarse, podrá ser él buen amigo y así lograr que lo quieran.  

A medida que crece el niño integra nuevos aspectos de su sociabilidad y desarrolla, entre otras, su capacidad de cooperación. Comienza a reflexionar y puede comprender el punto de vista del otro. Los chicos empiezan a divertirse con juegos reglados. Así, conocen normas que pueden y deben respetarse. Cualquier actitud que atente contra esas reglas, como hacer trampa, cortarse solo en el partido o desestimar el juego limpio, va a ser sancionada por los pares. Aprenden a valorar de tal modo a la justicia, que los chicos no toleran estar con otros niños que no cooperan, ridiculizan o menosprecian.

 

Para poder ayudar a tu hijo primero tenes que saber qué es lo que le pasa para comprender, así, el modo en que se relaciona con los demás sin dar nada por sentado. Tratar de escucharlo y de ponernos en su lugar hará más fácil este diálogo, tanto para él como para nosotros.

 

A veces, sucede que los chicos no nos quieren contar nada, o quizás buscan nuestra atención cuando estamos ocupados. Si podemos, dejemos lo que estamos haciendo para escucharlo. Si en ese momento es imposible, podemos decirle que hablar con él es muy importante y buscar el momento oportuno sin demasiada demora. Cuando nos hable, necesita que evitemos juzgar lo que nos dice o hacer comentarios que puedan lastimarlo.

 

Otra forma de saber lo que le pasa es animarlo a que invite a casa a algún compañero. Así, podremos ver disimuladamente cómo se relaciona con los demás. Observaremos tratando de ser objetivos. De esta manera, se puede identificar cuáles son los posibles problemas que está enfrentando. Lo ayudará percibir que nuestra casa es un lugar donde puede jugar con sus compañeros.

 

También enriquece mucho preguntar en el colegio cómo lo ven. A menudo, los profesores cuentan con una visión esclarecedora de la situación y será más fácil y eficaz encarar el tema si somos nosotros quienes nos adelantamos a consultarlos. Pedí hablar también con la persona que cuida el recreo, muchas veces son las que los ven relacionarse y saben a la perfección cómo se relacionan los chicos unos a otros.

 

Una buena noticia es que la capacidad de hacerse amigos se aprende. Después de averiguar qué es lo que le pasa a nuestro hijo tenemos que poner manos a la obra.  Primero, vamos a elegir la habilidad que nuestro hijo necesite desarrollar como prioritaria. Después se la iremos enseñando y, por último, le proporcionaremos oportunidades para practicarla.

 

Las habilidades no se aprenden de un día para el otro, por eso habrá que tener constancia y paciencia durante el proceso.

 

Muchas veces, los chicos no son invitados porque son agresivos. Con nuestra ayuda, ellos irán encontrando nuevas formas de resolver sus conflictos y maneras de relacionarse más cordiales y serenas. La mayor parte de las conductas agresivas en los chicos corresponden a baja autoestima, sentimientos de inferioridad, carencia afectiva y frustración. Entonces, será oportuno preguntarnos cuáles pueden ser las causas de estos sentimientos y asumir una decisión responsable. Si lo que hacemos los padres no resuelve el problema, o si lo vemos sufrir algún tipo de depresión, es el momento de consultar a un especialista. La exclusión es muy dolorosa.

 

Es importante no restarle importancia a las cosas que le ocurren a nuestros hijos. Aunque para vos sea algo pasajero o tonto, para ellos puede resultar una gran tristeza. Por ejemplo, no sirve identificarse con el problema y justificarlo: “A mí me pasaba lo mismo cuando era chica, y ahora ya fue”. Tampoco resulta el compararlo con sus amigos, ya que lo único que generamos es que se sienta menos en relación con ellos. Y nunca remarcarle la falla, corregirlo o retarlo delante de los amigos.

 

Como padres, tenemos que ayudarlos a desarrollar sus potencialidades y superar los problemas que puedan llegar a tener.

Fuente: Hacer Familia 

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