Y para eso –pensamos– qué mejor que conversar con Enrique Fischer, un experto en el arte de la comunicación con los más chiquitos que tanto nos acompañó durante nuestra niñez y que hoy, generaciones después, sigue acompañando a nuestros hijos. Hoy Pipo Pescador, el mismo juglar que vestía pantalones campana, chaleco y boina, y hacía cantar y bailar a los chicos de los años setenta con “El auto de papá”, sigue alborotando bajitos al frente de la obra Saltando con el Sapo Pepe, en la calle Corrientes. Y en un descanso al terminar la obra, el artista compartió con Sophia fotos de sus nietos, Guillermina y Lucas, y aseguró que los chicos no cambiaron demasiado desde aquellos años en los que empezaba a desembarcar la tele a todo color y este otro tiempo de cultura de Internet,jueguitos y mensajitos por celular.
Lo que cambió para Enrique Fischer es la manera de vincularse entre padres e hijos, un tema clave a la hora de mejorar la comunicación familiar. “Lo primero que tienen que hacer los padres es, justamente, ser padres. La estructura familiar es muy clara, sana y positiva para el niño. Después habrá que tener en cuenta cómo cada uno quiere criar a ese niño y qué quiere de él. Hoy se ve que muchos padres van criando a sus hijos como viene la vida, sin un proyecto, y en el camino pierden de vista que el niño tiene una estructura que se puede moldear, que hay que acompañar y hacer crecer. A los padres les pediría que miren cómo son sus niños y qué hijos características de personalidad tienen”,aconseja.
A partir de allí, cada niño necesitará un espacio propio para desplegar su creatividad e imaginación y para sacar provecho de los estímulos apropiados: “Lo importante es pensar que el niño necesita un espacio para vivir su niñez, que no puede ser contaminado por los espacios adultos.
Cuando el niño está demasiado inmiscuido en el mundo de los adultos, la niñez sufre en su calidad. La niñez es un estado de ensoñación; los chicos mezclan todo el tiempo la realidad con la fantasía y por eso tenemos que evitar que entren en contacto con la violencia o con una exagerada racionalidad”.
- ¿Cuál sería el punto medio?
Uno puede criar a un niño en un punto medio serenamente, tratando de que no se vaya a los extremos y evitándole el contacto crudo con la realidad. Los niños no deben ver noticieros o escenas violentas en televisión, y tampoco deben enterarse de los problemas económicos o de salud de los grandes.No deben tener un encuentro tan directo y racional con la verdad de la vida, porque ellos todavía se están formando para entender la vida luego de otra manera.
- ¿Qué más podemos hacer para acompañarlos en el juego?
Si el niño es muy inquieto, exaltado o exhibicionista, habrá que ayudarlo a estar más calmo y buscarle tareas manuales u otro tipo de actividades más reposadas. Si, en cambio, se trata de un niño muy opacado y retraído, habrá que buscar la manera de que pueda desarrollar la confianza en sí mismo.
Los adultos tenemos que entregarnos al juego y aprovechar la posibilidad maravillosa que nos ofrece de dejar de pensar, sentir y entrar un ratito en ese mundo fabuloso de la niñez. Hay gente que se aburre jugando con los niños. Yo no me aburro jamás, porque jugando con ellos encuentro un misterio enorme. ¿Viste cuando los padres dicen: “¡No sabés las reacciones que tiene mi hijo, no sabés las cosas que dice!”.
- ¿Cómo hacemos para tomarnos más tiempo para jugar?
Ésa es una decisión que tiene que tomar cada padre, pero es de esperar que existan las ganas y que los adultos puedan ponerse en la condición indispensable para hacerlo. Hoy en día, por ejemplo, una gran mayoría de padres elige festejar los 4 hijos cumpleaños alquilando un salón y contratando animadores... Mi hija Carmela y mis nietos viven en España y allá pasa lo mismo. Todos los cumpleaños son iguales. Todos van al mismo pelotero con los mismos animadores que hacen los mismos chistes. De esa manera, un día tan especial se reduce a una actividad mecanizada. Pero estos tiempos también tienen muchos aspectos positivos.
- ¿Qué es lo positivo de crecer en estos tiempos?
Esta época es fabulosa para los niños. Los chicos gozan de una calidad de enseñanza e información enorme. Tienen una posibilidad muy grande de conocer, salir y ampliar su panorama cultural. Además, cuentan con un mejor acceso a la salud y sufren menos: las inyecciones son mejores y las operaciones son menos cruentas. A los chicos se los atiende como en un juego; a mi nieta la operaron de apéndice y la trataron magníficamente.Ésta es una muy buena época para criar niños felices; el tema es que hay que estar dispuesto.
- ¿Cómo hacemos para equilibrar sus rutinas y evitar tantas horas televisión y computadora, como pasa mucho?
La tele es como el agua: inunda todos los lugares que encuentra vacíos. Es igual que un tsunami que ingresa y arrasa con todo. Si uno deja que la tele esté abierta desde las 8 de la mañana hasta las 12 de la noche, es una cuestión de lo que decidan en esa casa y de cuál es su estilo y proyecto de vida. La tele no es mala, lo malo son los excesos y eso vale para todo. La niñez necesita un delicado equilibrio de valores. "El niño necesita un espacio para vivir su niñez, que no esté contaminado por los espacios adultos".
- ¿Cómo logramos ese equilibrio?
Los chicos tienen que tener acceso a un poco de todo: un poco de tele, un poco de deporte y también tener encuentros con sus familiares y amigos. Los padres tendrán que preguntarse qué ganas tienen de entregarse a su hijo y cuánto apuestan al encuentro con el niño.Muchos padres dicen: “Mi hijo no lee” y yo les pregunto: “¿Ustedes leen?”. Hay que tener ganas, al llegar la noche, de entrar en el cuarto del niño y leerle un cuento, conversar con él y hacerle conocer la belleza de la literatura, que es el pan de la niñez.
- ¿Los chicos tienen ahora menos espacio para aburrirse?
¿Que los chicos no se aburren? Los chicos actuales se aburren porque no han aprendido a estar consigo mismos, en paz. La sociedad ha ido dejando de darles la posibilidad de que encuentren el sentido. En mi Libro de cabecera, en uno de los textos digo que los chicos tienen que aprender a estar sin hacer nada y que no es necesario que estén siempre en actividad.
“Siéntate y deja que pase el tiempo, sin ansiedad, inmóvil, sereno, y descansado serás un rey en su trono de quietud”, escribí ahí. Cuando el niño dice que está aburrido, uno tiene que acompañarlo para que entienda que a veces es lindo estar un poco tranquilo, en paz con uno mismo. No se puede ofrecerle estímulos todo el tiempo.
- Enrique, ¿qué más podemos aprender viéndolos jugar?
A través del juego podemos ver cómo se manejan socialmente frente a los demás. Si el niño es líder, si se deja avasallar, si es energético frente a los demás o no... Si los demás lo pueden someter o no. Si puede jugar independiente del propio juego de su yo, de la propia atención a sí mismo. Un chico que tiene problemas de autismo no puede salir de sí mismo y, por lo tanto, no puede jugar con otros chicos. Una madre puede detectar muchas cosas mirando a su hijo.
Si es un niño llorón y cada dos minutos se pone a llorar y va a pedirle ayuda a la mamá o al papá porque no sabe defenderse solo... Si se siente agredido o víctima todo el tiempo y quiere salir del juego. O si no se banca perder. Uno va mirando a los niños y ellos te van contando su situación. Vas viendo si confían o no en el otro y si ven al otro como una amenaza o como una compañía. Es fascinante.
- Finalmente, ¿qué nos recomendarías para aprovechar las vacaciones de invierno con nuestros hijos?
Les diría que aprovechen para reunirse en familia y hacer crecer los vínculos, y que hagan actividades que no hacen normalmente, como ir al teatro, al cine o a ver títeres. En la calle Piedras al 900, está el Museo Argentino del Títere, donde hacen funciones de títeres que son una maravilla. Y siempre es bueno ir a ver a Hugo Midón.
También pueden llevarlos a la plaza, a navegar, a ver animales a los zoológicos abiertos, al campo y a ver las óperas para niños del Colón que siempre son interesantes... Si hay clásicos de María Elena Walsh, está bien verlos, y si tienen niños chiquitos, pueden llevarlos a ver el Teatro Chupete. Y leer, leer, leer hasta que no quede otra opción y haya que apagar la luz.
Por un mundo
con inclusión
Hay una faceta de Enrique Fischer que quizá no sea tan conocida y en la que él puede seguir desplegando su interés por la infancia: escribe libros y ya tiene publicados más de diez títulos. Tres de ellos, María Caracolito, Casa sin ventanas y La campana bajo el agua, fomentan la integración de los chicos con capacidades especiales; en estos casos, con síndrome de Down, autismo y sordera.
“Quería mostrarles a los niños cómo es la vida de un niño con discapacidad –explicó–. Quería hacer mi aporte en el tema de la inclusión, porque no puede haber inclusión en los colegios si no se les explica a los niños cómo es la vida de un niño con capacidades especiales.
Estos chicos nos traen la oportunidad de entender otras maneras de vivir la vida y de mirar. No hay nada mejor para acompañar el crecimiento de un niño que hacerle entender las diferencias”.
Fuente: Revista Sophia