En la ocasión, el doctor Roberto Yunis, director del Hospital Psiquiátrico Carolina Tovar García, único establecimiento de América latina dedicado a la atención de niños y adolescentes afectados por esas enfermedades, expuso un severo informe fundado en un relevamiento de los chicos que asisten a ese nosocomio. Hizo saber así que casi la totalidad de los pacientes tratados (95%) son hijos de familias disfuncionales, afectados por una o más "catástrofes sociales". En esa denominación se incluyen antecedentes tan graves como vivir en la calle, haber abandonado la escolaridad, consumir drogas o alcohol y haber sido víctimas de abuso sexual.
En las palabras del doctor Yunis, el cuadro de la situación que resulta de la experiencia hospitalaria puede resumirse de este modo: "Cambian los síntomas, bajan las edades de los chicos con enfermedades mentales y crecen las patologías duales (combinadas con el consumo de drogas), al tiempo que las familias se modifican o se destruyen".
Según las estadísticas elaboradas, en un 40 por ciento de los casos los varones son internados por perturbaciones derivadas del consumo de drogas; en otro 40 por ciento, el factor desencadenante del trastorno es la crisis del grupo familiar. La información deja en claro que los males señalados se dan en todas las clases sociales, aunque puede inferirse su agravamiento cuando hay razones de desigualdad o de necesidades básicas insatisfechas, además de que ya de por sí es difícil para los padres y el resto de los familiares aceptar que los menores pueden padecer este tipo de enfermedades.
Es también doloroso para nuestra sociedad admitir que la violencia sufrida por los menores o la variedad de toxicomanías que pueden adquirir precozmente, entre otros males, están demostrando la irresponsabilidad de los padres en el cuidado de los hijos o su directa responsabilidad en los males que padecen.
Es lamentable, por otra parte, que el esfuerzo médico por restablecer la salud en el hospital quede luego sometido otra vez a la influencia adversa de un clima doméstico disfuncional en el cual se reiterará el ciclo de la enfermedad. En este sentido, fue expresiva la doctora Marcia Braier, jefa del Departamento Docencia e Investigación del mismo hospital Tovar García, cuando dijo: "En la medida en que no haya una situación familiar ni instituciones que los contengan, estos chicos tendrán cada vez más riesgo de desarrollar enfermedades mentales". Hay, por lo tanto, una alta vulnerabilidad en esos menores, que crece si el entorno desfavorable no se modifica, expectativa muy problemática cuando ocurre que sólo el 4 por ciento de las chicas y el 7 por ciento de los varones atendidos cuentan con una familia funcional. Los demás se encuentran en el seno de familias incompletas, desorganizadas, que viven a menudo en un clima de violencia. Retornar a esa triste realidad, luego del tratamiento, abre únicamente un pronóstico pesimista, además de que los costos que implican los distintos tratamientos finalmente se pierden.
Informes como los comentados demuestran una vez más la urgente necesidad de encarar políticas sociales tendientes a recuperar el valor y función de la familia para brindar esperanzas de mejores opciones de vida a niños y adolescentes hoy maltratados.
Fuente: La nación