La fluidez es una función propia del lenguaje que tiene su máximo desarrollo entre los 2 y 5 años. La tartamudez es una alteración de la fluidez normal del lenguaje. El niño involuntariamente hace “saltitos” al hablar y repite sílabas, partes de palabra, palabras, frases. Cuando un niño realiza estos “saltitos” decimos que presenta una disfluencia del habla.
Pero la disfluencia no es solamente el repetir palabras. A veces, hay chicos que hacen esfuerzo para hablar, se ponen colorados, les sale la voz finita o disfónica, hacen gestos o movimientos con la cabeza y/o el cuerpo acompañando lo que dicen, cierran los ojitos o fruncen las cejas cuando hablan, presentan evidente incomodidad al hablar, hacen prolongaciones de sonidos (“yooooo fui a jugar a la plaza”), presentan tensión en la cara o en el cuerpo, hacen bloqueos prefonatorios o toman aire antes de empezar a hablar.
¿Cuál es la causa de la tartamudez?
La tartamudez no puede sintetizarse a un problema emocional como se dice generalmente. No es de causa psicológica. Los especialistas afirman hoy que hay factores genéticos que pueden predisponer a tartamudear y que ellos interactúan con los factores del medio. No hay categorías convencionales que logren etiquetar a la tartamudez como algo orgánico, funcional, psicológico o neurológico. Son muchos los factores que, combinados, llevan a la tartamudez. El problema emocional surge por convivir con la tartamudez, es su consecuencia y no su causa.
Esta dificultad se produce por una incoordinación de los músculos del habla en presencia de cierta demanda externa.
El niño que tartamudea en la escuela
Muchos estudios a lo largo del tiempo han demostrado que el “traumatismo escolar” es la causa más frecuente para la fijación del síntoma de tartamudez y para aumentar todas sus complejas manifestaciones.
Los disfluentes adultos a menudo cuentan con dolor algunas de sus experiencias en la escuela tales como: las burlas de sus compañeros, la incomprensión de algún maestro que les ponía baja nota en lectura por tartamudear al leer, momentos de vergüenza o humillación al pasar al frente y no poder decir su lección porque su maestro no le daba el tiempo necesario para hacerlo.
Por otra parte es normal que los docentes, frente a un niño disfluente, sientan ansiedad, incomodidad, irritación, angustia, deseos de sobreprotección o que lo apuren para hablar, le terminen la frase por él o le den indicaciones para hablar mejor. Es importante que analicen sus sentimientos.
Frecuentemente los docentes se preguntan qué actitud deben tomar cuando tienen en su aula un niño disfluente. Por ejemplo…
¿Cómo debo tratarlo?, ¿Qué puedo hacer para facilitar la comunicación con él?, ¿Qué debo hacer si los demás niños se burlan de él?
El conocimiento de esta dificultad y la comprensión por parte del maestro son suficientes para que el niño disfluente se sienta cómodo y contenido dentro del ámbito escolar.
El niño de jardín y pre-escolar
El comienzo de la tartamudez ocurre en un 80% de los casos entre los 2 y los 5 años de edad y éste es gradual, aunque también puede ser repentino. En este período (entre lo 2 y los 5 años), el niño atraviesa un proceso difícil ya que está desarrollando habilidades del lenguaje muy complejas. Los “saltitos” o repeticiones son normales (disfluencias típicas) si no se acompañan de esfuerzo o incomodidad al hablar (gestos-tensión).
Es común escuchar en el habla de los niños pre-escolares estas disfluencias típicas tales como: pero pero; yo yo; cua-cuando; que que fue; pu-pu-puedo; el de los el de los; etc. Pero a veces, frente a una exigencia del medio, algunos niños intentan evitar estos “saltitos” y por eso se esfuerzan para hablar, para que el mensaje sea contínuo. Este esfuerzo genera tensión en los músculos del habla y del cuerpo en general. El aumento de tensión aumenta la disfluencia. Las disfluencias acompañadas por tensión dejan de ser típicas y se convierten en disfluencias atípicas.
Es muy importante el papel de los docentes en el descubrimiento de este problema. Los niños pasan muchas horas en la escuela y a veces son los maestros los primeros en notar esta dificultad y en llamar la atención de los padres. El docente puede indicarle a los padres que realicen una consulta con un profesional especializado cuanto antes. Cuando un niño tiene disfluencias atípicas “lo peor que se puede hacer es esperar”, ya que cuanto antes se interviene desde el momento del comienzo del síntoma, mejor será el resultado del tratamiento.
Algunos consejos para el docente
- Saber escuchar al niño disfluente sin apurarlo.
- Darle tiempo para hablar, para que pueda expresar cómodamente su mensaje.
- No interrumpirlo cuando habla ni dejar que él interrumpa a los demás. Respetar los turnos para hablar.
- Formularle preguntas de a una por vez y sólo las necesarias.
- Modificar su propio lenguaje para no acelerar y evitar ritmos vertiginosos en la sala.
- Explicar a los otros nenes que muchos chicos hacen “saltitos” al hablar y que como todos somos buenos amigos, le vamos a dar mucho tiempo para hablar, para que hablen más cómodos y seguros.
- Hacerle notar todo lo que hace bien.
- Hablarle con frases cortas y con un lenguaje fácil, es decir, adecuado para su edad.
- No decirle: “pará, volvé a empezar”, “no te apures”, “hablá despacio”. Las indicaciones de este tipo aumentan la tensión.
- Comunicarse con él no solo verbalmente: acariciarlo, mirarlo, tocarlo, aceptarle juegos no verbales.
- Prestar atención al lenguaje de los niños en general, escucharlos hablar. A veces la disfluencia pasa inadvertida en la escuela porque el niño disfluente no habla o habla poco.
El niño en edad escolar
Los niños disfluentes en este grupo de edad no solo repiten, prolongan sonidos marcadamente o se tensan al hablar, sino que además desarrollan toda una serie de actitudes para evitar los bloqueos. Las actitudes son las estrategias que utiliza la persona disfluente para evitar situaciones de lenguaje temidas. Por ejemplo: si el niño sabe que se va a trabar al leer, evita leer en voz alta; si va a comprar a un negocio, deja que otro pida por él; si sabe que determinada persona de su familia o la escuela le hace aumentar sus bloqueos, evita hablar con esa persona; etc.
Estos niños necesitan ayuda. Es importante que el docente hable con el niño en privado y le explique que es su maestro y que su tartamudez no lo molesta, que quiere que hable para saber cómo se siente, piensa y qué cosas le interesan. Al hablarle de esta forma él sabrá que su maestro lo entiende y acepta su disfluencia.
Más consejos para el docente
- Tener presente que la tartamudez no afecta la capacidad intelectual de las personas. Que un niño sea disfluente no significa que no esté capacitado para aprender.
- El niño no debe evitar tartamudear. Debe tartamudear lo más natural y cómodamente posible y con la menor tensión. Si evita
- No estimularlo a que realice ningún artificio para evitar los bloqueos: golpear con los pies, chasquear los dedos, respirar profundo, etc. Esto lleva a “nutrir” los bloqueos.
- Darle todo el tiempo para hablar y descubrir que la ansiedad es nuestra al esperar que termine.
- Valorizar el contenido sobre la forma, demostrando mucho interés en lo que dice y no en cómo lo dice.
- No realizar observaciones o correcciones en el lenguaje.
- No interrumpir su mensaje. No completar lo que dice o terminarle la frase.
- Escucharlo relajadamente sin crítica ni juicio.
- Destacar los aspectos valiosos de su personalidad frente a los demás compañeros.
- Estimularlo para que participe en discusiones y tareas grupales. Propicia la cooperación.
- No evaluar todo el tiempo su comportamiento verbal. No demostrarle que estamos pendiente de sus bloqueos.
- Dar soporte y comprensión dentro del aula.
- Favorecer los juegos teatrales y que adopte distintos roles.
- No obligarlo a actuar en las fiestas escolares, pero sí estimularlo a que lo haga. Hacerle ver que él también puede participar como todos sus compañeros. Esto aumenta mucho su autoestima. Preguntarle si quiere participar.
- El niño que tartamudea se vuelve muy sensible a lo que “lee” en la cara de quien lo escucha: no poner caras extrañas ni mostrar ansiedad.
- Poder preguntarle: “¿cómo puedo ayudarte?”.
- Aceptarlo y quererlo así, no es enfermo, ni deficiente, ni nervioso. Los bloqueos retroceden cuando la comunicación es esencial y se siente aceptado y cómodo.
Respondiendo preguntas en clase
- Mientras el docente hace preguntas en clase, puede facilitar ciertas cosas para el niño que tartamudea:
- Inicialmente, hasta que se ajuste a la clase, hacerle sólo preguntas que puedan ser contestadas en pocas palabras.
- Si va a hacer preguntas a cada niño de la clase, no establecer un orden fila por fila y procurar que el niño disfluente sea de los primeros en contestar, ya que la tensión y preocupación se incrementan mientras espera su turno.
- Indicarle a todos los alumnos que tendrán tanto tiempo como requieran para contestar sus preguntas, no exigirles una respuesta inmediata. La situación de examen aumenta la tensión.
Burlas y bromas
Las burlas pueden ser muy dolorosas para el niño que tartamudea y deben ser eliminadas tanto como sea factible, ya que éstas paralizan, tensionan, llenan de resentimiento y tristeza. Se debe hablar a los alumnos con naturalidad de esta dificultad y de otras que todos tenemos, y solicitar al grupo ayuda de todos para todos. Explicarles que a todos nos hacen sentir mal las burlas. Tratar de alentar la aceptación y el respeto por el otro. Castigarlos por sus burlas no ayuda.
Algunos comentarios finales
Uno de los objetivos que persigue la A.A.T. es el de aumentar la información sobre este tema en la población en general. Este folleto pretende acercar nuestro conocimiento a los docentes, quienes tienen sin duda un rol muy importante en la vida de todos los niños. “La tartamudez es una dificultad que compensamos entre todos”. Por eso será muy valioso que podamos trabajar todos juntos: profesionales, docentes, personas que tartamudean y padres de niños que tartamudean. La Asociación Argentina de Tartamudez nos brinda un espacio para que esto sea factible.
Fuente: Asociación Argentina de Tartamudez