Cada familia tiene algunos detalles de su propia versión de cada uno de ellos pero comparten un secreto común: alentar a los niños de la familia a creer y esperar las bondades de estos personajes, relacionadas en general con regalos y fechas que marcan el almanaque.
Los niños participan de estas creencias con mucho entusiasmo: contando los días que faltan para que lleguen, las horas para abrir los regalos, se duermen mientras espían para ver si sorprenden al ratón Pérez infraganti con su diente recién caído.
En líneas generales todos los adultos estamos de acuerdo en continuar con esta fantasía, pero la diferencia llega de la mano de hasta cuándo.
Como la mayoría de las fantasías en algún momento llega su fin. Los niños crecen, algún primo o amigo insinúa alguna responsabilidad de las padres en los regalos, otros comienzan a descreer de afirmaciones que hasta hace unos meses eran irrefutables y comienzan las preguntas con tono de desconfianza: pero cómo hace…pero si yo no lo vi…
A decir verdad muchos niños conocen la realidad de este juego tiempo antes de hacérnoslo saber a los adultos. ¿Tal vez temen desilusionarnos a nosotros? Puede ser. Si logramos entrar en el juego, si comprar y esconder los regalos es motivo de disfrute, si armamos el arbolito sonriendo y sacando fotos a nuestros niños, de alguna manera también renovamos nuestra propia ilusión.
El tema es entonces hasta cuándo mantenerla. Me parece que no se trata de poner una edad arbitrariamente: hay niños que llegan más rápidamente a sospechar algo, otros más ingenuos permanecen más tiempo creyendo esta fantasía.
Por eso una buena brújula para respondernos se basa en las características de nuestros niños y de su grupo de pertenencia. No nos olvidemos que por postergar su propia satisfacción algunos padres logran convencer a sus hijos de la verosimilitud de todo ello, mientras que sus amigos conocen la verdad y esto puede ser perjudicial para su socialización: pueden burlarse de él, o sentir asimetría y alejarse.
Cuando vemos entonces que sus amigos conocen la verdad del juego y que nuestro hijo ya está preguntando con mirada de algo que no le cierra: llegó el momento de contar las cosas cómo son, y esperar su reacción.
He escuchado en el consultorio que hay niños que con esta explicación se alivian: algo sabían pero no terminaban de sacar conclusiones. Otros que deseaban permanecer en el lugar del niñito de la familia y se enojan: ¿por qué me lo contaste? Otros que lo toman amorosamente y algunos que sienten que le mintieron todos estos años.
Por ello es importante encontrar el mejor momento para develar el secreto en relación al desarrollo del pequeño y hacerlo contándole de la tradición por años de estas historias, del amor de los adultos que lo mantienen y hacerlo partícipe de continuar con ello para los más chiquitos de la familia. Convertirlo en un aliado de la fantasía.
Se trata de un juego en el que la fantasía y la ilusión van de la mano, y sería importante poder proponerse continuar fantaseando e ilusionándose con diferentes cosas toda la vida…
Lic Marisa Russomando
Psicóloga especialista en Maternidad y Crianza
Directora de La Cigüeña
www.marisarussomando.com.ar
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