Es una sensación que las mujeres conocemos bien. O, mejor dicho, muy bien. Es esa angustia que llega cuando sentimos que tenemos todo atado con alambre, que hay que hacer cuarenta cosas y nuestra cabeza va a estallar. Nos asignaron un proyecto que nos lleva más tiempo de trabajo, los chicos nos piden ayuda para el colegio y quieren que los llevemos a hacer otro deporte, la heladera está vacía y no sabemos en qué momento vamos a poder pasar por el supermercado, nuestra madre necesita que la acompañemos a hacerse unos estudios, nuestro marido se queja porque no le damos bolilla ¡y el teléfono no para de sonar! Y, en el medio de esa vorágine, nos cruzamos con esa amiga que siempre nos “reta” con más cariño que sentido de la realidad: “¿Cómo es posible que no te dediques un tiempo para vos?”.
¡¿Tiempo?! ¡Tiempo es lo que no tenemos! Estamos agotadas, se nos olvidan las cosas, vivimos con ojeras, corriendo, nerviosas. “Creo que estoy estresada”, nos animamos a decir tímidamente mientras no pocos nos miran con cara de “Sos una exagerada” o “Estás un poco loca”. Pero no; no estamos locas ni somos exageradas. Y no lo decimos nosotras, sino los expertos que se han tomado el trabajo de estudiar el estrés y sus efectos. Ellos sostienen que las mujeres, en especial las de mediana edad, son los seres más estresados del planeta. ¿Por qué?
“Más del 65% de las madres trabajadoras dicen que se sienten muy estresadas. Las mujeres que están en la mitad de la vida tienen hijos adolescentes o adultos jóvenes y sus padres ya empiezan a necesitar de su ayuda. Ellas tienen que ganar dinero y proveer y cuidar a estas diferentes generaciones en un momento en el que sus cuerpos ya no son tan jóvenes, se están acercando a la menopausia y empiezan a preocuparse por su jubilación”, explica Thea Singer, periodista y autora del libro Stress Less. The New Science That Shows Women How To Rejuvenate the Body and the Mind (Libre de estrés. La nueva ciencia que muestra a las mujeres cómo rejuvenecer el cuerpo y la mente), un libro que se presentó hace apenas unos meses en Estados Unidos y que de inmediato se transformó en un best seller.
Más allá de los tironeos y los malabares a los que están sometidas las que son hijas, madres, trabajadoras y esposas, hay una tarea que es propia de las mujeres y que, para la ciencia, es la más estresante de todas: la de cuidadora. “Se hicieron estudios en personas que cuidaron a chicos muy enfermos, a maridos con demencia o a padres con enfermedades largas, y se demostró que el cuidador sufre muchísimo estrés. Esa tarea casi siempre recae en los hombros de las mujeres”, aseguró Thea desde su casa en Boston, Estados Unidos, donde escribe para distintas revistas de ciencia e interés general.
Ahora, ¿qué es lo que el estrés provoca en nuestras vidas, además de minar nuestra salud, crispar nuestros nervios y mantenernos a punto del desborde? Sobre todo, explica Thea, adelanta el envejecimiento. Y no solo se trata de la aparición prematura de arrugas, bolsas u ojeras, sino que también llegan antes el cansancio, las distracciones, los olvidos o la falta de concentración, además de la menopausia temprana, algo que se ve cada vez más en estos tiempos agitados.
Pero Thea Singer no se propuso escribir este libro porque estuviera particularmente interesada en ayudar a las mujeres a prevenir la aparición de arrugas –aunque advierte que no habrá crema que valga si somos un cúmulo de estrés–, sino para ayudarlas en la sanación de sus almas. Por eso, dice que no solo es posible bajar los niveles de estrés, sino que es imprescindible hacerlo. Y ella lo sabe bien, porque mientras realizaba la investigación para su libro, su madre se enfermó y su hija entró en la adolescencia, de manera que aparecieron conflictos que antes ni siquiera imaginaba: “Fue un período muy estresante de mi vida, entre las demandas de mi mamá, los planteos de mi hija y la exigencia de mi trabajo”.
La importancia de los telómeros
Para empezar a descubrir cómo actúa el estrés sobre nuestra salud, es necesario saber qué son los telómeros, unos de los grandes protagonistas del libro de Thea. Para entender la importancia de los telómeros, basta recordar el mal humor que nos puede provocar el tratar de pasar por los ojales de una zapatilla un cordón que ha perdido ese plastiquito que mantiene firme la punta e impide que se deshilache. Una tarea odiosa si las hay, porque aunque parezca insignificante, ese pequeño cobertor que envuelve la punta del cordón cumple un papel fundamental.
Bueno, los telómeros (del griego telos, “final”, y meros, “parte”) se encuentran en los extremos de nuestros cromosomas y actúan protegiendo nuestro ADN. Con el paso del tiempo, los telómeros empiezan a reducirse y a hacerse cada vez más cortos, hasta que ya no logran evitar que los cromosomas, como los cordones, “se deshilachen”. Cuando esto ocurre, aparecen signos de envejecimiento. Una persona que está muy estresada, cuyos telómeros son más cortos de lo que deberían ser para su edad, puede aparentar más años de los que realmente tiene. Aunque los telómeros fueron descubiertos por Hermann Joseph Muller en la década del treinta, en los últimos años se ha avanzado muchísimo en el conocimiento de sus funciones gracias a las técnicas de genética molecular.
Thea, usted dice que el conocimiento de los telómeros está revolucionando la ciencia. ¿Por qué?
Sí. En los últimos tiempos, los telómeros se han convertido en un área de investigación candente para la ciencia. En 2009, la Universidad de California, en San Francisco, junto con los científicos Elizabeth Blackburn, Carol Greider y Jack Szostak, ganaron el Premio Nobel de Medicina por el descubrimiento de la enzima que alarga los telómeros: la telomeraza. Cada vez más, los investigadores están descubriendo que los telómeros sirven para saber cómo está nuestra salud en general. Y más pronto de lo que se piensa, con un análisis de sangre se podrá determinar la longitud de los telómeros de una persona.
¿Qué relación existe entre los telómeros y el estrés?
El estrés es uno de los procesos que más daño causa a los telómeros, porque se ha demostrado que los acorta.
¿Es posible prevenir, detener o revertir ese proceso de acortamiento?
La erosión de los telómeros puede ser detenida a partir de la reducción del estrés. Por ejemplo, se hicieron investigaciones que mostraron que las mujeres de mediana edad que estaban muy estresadas tenían los telómeros más cortos y signos de envejecimiento prematuro. Pero luego se midieron los telómeros de esas mujeres cuando bajaron sus niveles de tensión y se vio que el proceso de reducción de los telómeros se detuvo. Otro estudio midió los telómeros de las mujeres que habían estado al cuidado de un marido con demencia y, más tarde, cuando el señor se fue de la casa, volvieron a medir los telómeros de esas mujeres. Casi de inmediato, los telómeros rejuvenecieron.
O sea que se puede volver atrás con la aparición de las canas, por ejemplo, que muchas veces son un síntoma de estrés o de cambios emocionales fuertes.
No exactamente. Pero vamos a retrasar el proceso de envejecimiento y estaremos mejor preparados para luchar contra la enfermedad.
El estrés es parte de nuestra vida, aunque quizá le pongamos otros nombres, como nervios, vértigo o adrenalina.
Claro, no podemos plantear una vida sin estrés. Sin estrés estaríamos casi muertos. La idea es tener una correcta cantidad de estrés, de manera que sea manejable, que nos dé la sensación de que nosotros tenemos el control de la situación. Es el estrés que podemos sentir ante una entrevista de trabajo, antes de hablar en público o cuando estamos ante un gran proyecto, por ejemplo. Es esa tensión que dura un período de tiempo, pero que no se instala en nuestra vida. Incluso, la sensación de vértigo que sentís en la cima de una montaña antes de empezar a esquiar también es estrés, pero no es un estrés que se mantiene ni te enferma.
¿Podemos manejar el estrés?
En parte sí. Depende de la forma en la que nosotros reaccionamos frente a los diferentes factores desencadenantes. Por ejemplo, si estás llegando tarde al trabajo y estás metida en un atasco de tránsito, podés arrancarte los pelos y ponerte histérica; o podés tomarlo con calma, escuchar música y esperar a que se libere la calle.
¿Sabemos cuánto estrés es “saludable”, esperable o normal?
No, no hay una cantidad de estrés “correcto”. Cada uno de nosotros tiene una capacidad distinta para tolerar el estrés y cada uno debe descubrir hasta qué punto tolera el estrés y cuándo le empieza a hacer mal. Por ejemplo, pensemos en la situación de estar parados fuera de una sala de conferencias, mientras esperamos el turno para hacer una presentación; una persona puede controlar perfectamente esa tensión, mientras que a otra la situación puede superarla: pueden empezar a transpirarle las manos o a temblarle la voz, y hacer una mala presentación, confundirse u olvidarse las cosas. En ese caso, el estrés no es bueno, sino amenazante.
Entonces, ¿el estrés bueno, entre comillas, sería el que sentimos frente a un desafío, y el estrés malo, el que percibimos como una amenaza?
Yo no hablaría de malo o bueno, pero el estrés que nos produce un desafío sería el que podemos controlar y el que sentimos frente a algo que vivimos como una amenaza es el que nos supera. Ese nos enferma.
¿Ese es el estrés que llaman “tóxico”?
No exactamente. Es tóxico cuando no se trata de una sola situación, sino cuando se hace crónico. Cuando todo el tiempo nos sentimos sobrepasadas y nerviosas, como si no tuviéramos control de las cosas que nos están pasando. Igualmente, repito que no todas las personas tienen el mismo grado de tolerancia.
Pero se sabe que hay hechos que nos estresan a todos...
Sí. Perder un trabajo, divorciarse o terminar una pareja, una catástrofe natural, la muerte de un ser querido. Hay muchas situaciones estresantes para todos. Pero lo que más importa no es el evento en sí, sino cómo cada uno percibe ese hecho y responde frente a él, y eso depende de cosas que van desde la genética hasta la personalidad o la historia de cada uno de nosotros. Las personas que son ansiosas suelen sentir un mayor estrés que otras.
Pero ¿se puede aprender a mejorar la percepción?
La ciencia ha demostrado que, más allá de nuestra personalidad, podemos trabajar y cambiar nuestras percepciones. Con entrenamiento, podemos transformar en un desafío algo que es amenazante. Podemos aprender a tener respuestas positivas frente a situaciones estresantes. La lección más importante que aprendí durante toda mi investigación es que tenemos más control sobre nuestra salud y sobre nuestras miradas de lo que creemos.
Cómo reducir el estrés
Reinterpretar una experiencia negativa. Se trata de tratar de buscarle un aspecto positivo a algo que nos molesta, de reevaluar un hecho que parece negativo. Por ejemplo, si vamos al gimnasio y nos dejamos en el auto los auriculares para escuchar música, no debemos tomar como algo irritante el camino de vuelta al auto, sino que podemos pensar, por ejemplo, que esa caminata es una buena forma de entrar en calor antes de comenzar un ejercicio más fuerte.
Hacer algo bueno por otra persona. No tiene por qué ser algo grande o importante; las investigaciones demostraron que tener un gesto agradable hacia otra persona nos da cierta felicidad y calma.
Hacer una lista de metas alcanzables. Es bueno escribir una lista de objetivos para la semana y tratar de concretar al menos uno por día. No hace falta que sean cuestiones complicadas, sino tareas pendientes que nos hagan sentir que vamos avanzando.
Pensar en algo bueno que nos haya pasado durante el día o escribirlo. Siempre hay algo que podemos rescatar de cada día; aunque las cosas se pongan difíciles, debemos tratar de encontrar al menos una cosa buena que nos pasó y escribirla o contársela a alguien para que “no pase desapercibida” entre tantas situaciones negativas o estresantes. El evento puede ser tan pequeño como que alguien nos haya sonreído o haber disfrutado de una buena taza de café.
Meditar. La meditación puede aportarles cierta tranquilidad a nuestra mente y nuestra alma. Es bueno dedicar al menos un rato por día para meditar en silencio y “bajar las revoluciones”.
Dormir lo suficiente. La falta de sueño y descanso es una de las mayores causas de estrés y desequilibrio físico y emocional.
Hacer ejercicio de manera regular. El ejercicio moderado reduce los niveles de estrés.
Construir vínculos de sostén. Tener personas que nos escuchen y apoyen colabora a reducir los niveles de estrés.
“La ciencia demostró que la tarea de cuidadora es la más estresante de todas. Y esa tarea casi siempre recae en los hombros de las mujeres”.
“No podemos plantearnos una vida sin estrés. La idea es tener una correcta cantidad de estrés, de manera que sea manejable”.
Gentileza: Revista Sophia