Aproximadamente, el 50% de las personas se muerde las uñas en alguna época de su vida. Puede comenzar a partir de los tres años, pero es a partir de los 12 años el momento en donde ésto es más proclive.
Este hábito es el que más se prolonga en la vida del niño, hasta la adultez. Afecta tanto a hombres como a mujeres, pero estas últimas se preocupan más por el problema, principalmente por la importancia que le otorgan al aspecto estético de sus manos.
En la infancia, la responsabilidad de que el niño no se muerda las uñas recae directamente en los padres. Es posible que tu hijo se muerda las uñas por imitación de algún familiar o amigo, por aburrimiento, para reducir la ansiedad o el temor.
Otro factor que contribuye a que persista el hábito, se debe al enlace con otras conductas. Por ejemplo, llevarse la mano a la cara, al pelo, frotarse los dedos y mirarse las manos.
Todos los niños sienten ansiedad en diversas situaciones, como cuando aprenden algo nuevo, cuando sienten timidez o cuando sienten temor. Al morderse las uñas, el niño está sobrellevando el estrés o dándose consuelo. En estos casos no hay razón para preocuparse. Es probable que tu hijo deje de hacerlo por sí solo. Será la persistencia o alta frecuencia de ejecución del hábito que lo transformará en un problema.
Aquí presentamos algunas pautas que pueden ser útiles para controlar el hábito:
- No concentrar demasiado la atención de los padres en el acto de morderse las uñas.
- Investigar las causas que pueden motivar el morderse las uñas (estrés, preocupaciones, miedos, etc.), y conversarlo con el niño.
- Señalarle al niño que lo que está haciendo no es una conducta saludable y que tiene que aprender a evitarlo.
- No herirlo, castigarlo o reprocharle.
- Pedirle que no lo haga en público.
- Inventar una clave secreta entre los padres y el niño para avisarle que frene el acto.
- Felicitar sus logros, comenzando por los pequeños pasos.
- Cuidarle sus uñas y conservarlas cortas y prolijas.
- Enseñarle a que se lave las manos con frecuencia, para evitar la exposición a bacterias.
- Ayudar a focalizar su atención en otros temas que le resulten atractivos.
- Enseñarle a realizar alguna actividad alternativa e incompatible con el hábito.
A cada niño le funcionará una técnica diferente, pero cuanto más sienta tu hijo que participa en este proyecto, mayores serán las probabilidades de éxito y evitarás una lucha de poder.
El morderse las uñas suele ser un acto inconsciente. Incluso a los adultos les cuesta erradicar este tipo de hábitos, una vez los adquieren. Si lo presionás para que pare, añadirás más estrés y te arriesgarás a que intensifique ese comportamiento. En cambio, si lo alentás y acompañas, motivándolo para que intente manejarlo, tendrán más probabilidades de éxito.
Afortunadamente, en la actualidad contamos con tratamientos psicológicos breves y eficaces para eliminar el hábito. Se trata de tratamientos conductuales, que implican una actitud activa por parte de los padres y el niño que lo padece. Se basa en el aprendizaje de diversas técnicas para identificar las consecuencias que genera el hábito, aumentar la conciencia del mismo, detectar y frenar las cadenas de conductas disfuncionales.
La experiencia muestra que no se da sustitución de síntomas, es decir, que cuando se extinga el hábito de morderse las uñas, no aparece otro hábito nuevo. Cuando el hábito es muy frecuente, intenso, si sus amigos se burlan de él y/o evidencia problemas relacionados, probablemente sea el mejor momento de buscar ayuda.
Lic. Verónica Tamburelli
ProMamás