Si bien todo embarazo suele ser un momento de alegría, esperanza e introspección y los padres se preparan día a día para la llegada del nuevo integrante, los futuros hermanos experimentan este período como una amenaza y con una mezcla de entusiasmo, preocupación y temor. Miedo a que el bebé los desplace, acapare la atención y les robe el amor de sus padres.
Sin embargo los adultos saben que el hecho de tener hermanos es una experiencia invalorable porque enseña a compartir y puede transformarse en la semilla de futuras actitudes solidarias. Tal como lo dice Doro Kammerer en su libro Celos entre Hermanos, tener hermanos es una prueba en el camino hacia la madurez, aunque los chicos no comprenden que el amor compartido no implica menos amor. E inevitablemente sienten celos, aun antes del nacimiento del bebé. Tan fuerte es esa noción, que incluso Kammerer habla del "síndrome del príncipe destronado".
Qué hacer frente a estos sentimientos, cómo manejarlos y cuándo contarles la buena noticia son preguntas que se plantean muchos padres.
Algunas madres experimentadas aseguran que los hermanos presienten la llegada de otro miembro en la familia incluso antes de que ellas mismas lo sepan. Y si bien esto no tiene un estricto rigor científico, es común que cuando alguien está frente a un niño lloroso y con caprichos, le haga a su mamá una pregunta clásica: ¿estás embarazada?.
Independientemente de esta realidad, en algún momento hay que contarles oficialmente la noticia y por boca de los propios padres. El cuándo depende de algunas variables: la edad de los hermanitos, el estado de salud de la madre durante el embarazo y qué número de hermano es.
"En verdad -dice la psicopedagoga Clara Delfino, terapeuta en instituciones educativas y coordinadora de talleres de reflexión para madres- no existen recetas que se puedan dar en forma tajante". "Ahora bien -continúa- si el embarazo transcurre normalmente, sin reposo, es conveniente esperar hasta los tres meses para contarlo a los hijos y al público en general. Aunque, con las técnicas actuales las madres se enteran de que están embarazadas a las 24 horas y enseguida lo transmiten. De esta manera pasan dos cosas: el embarazo se hace eterno para los otros hijos -ya es largo de por sí- y los progenitores no tienen ese tiempo de disfrute en soledad para hacerse a la idea e imaginarse y proyectarse como nuevos padres ". Delfino señala que los chicos hasta los 5 o 6 años no pueden dimensionar lo que significan 9 meses.
Con respecto al manejo de los celos durante el embarazo, Dorothy Corkille Briggs, autora del célebre libro El Niño Feliz, asegura en esa obra, que los celos forman parte indivisible de la vida. "Todos hemos sentido sus tormentos y sabemos que desembocan en sentimientos y conductas que causan angustia...¿Cuándo se producen los celos? Cuando nos sentimos en desventaja".
Y realmente el niño ve en el embarazo de la mamá una desventaja. Ella ya no puede dedicarse exclusivamente a él -realidad que se hace más marcada a partir del nacimiento del nuevo miembro de la familia-. Está más cansada, no siempre se siente bien y a medida que el bebé crece dentro de la panza, su esfuerzo físico es mayor. No siempre podrá alzarlo y sentirá incomodidad cuando bañe a su hijo, o juegue con él. Aún cuando la desventaja no es real y la mamá no deja de quererlo, el chico tiene ese sentimiento.
Fernando Corominas, autor de Cómo Educar la Voluntad, también aborda el tema de los celos y allí afirma que "los niños no pueden remediar tener celos, no son concientes de lo que les está pasando. Para ellos es un problema grave. Piensan que sus padres ya no los quieren. Piensan que van a perderlos y pueden llegar a odiar al hermanito." También asegura que, "en general, los celos se crean en un sólo sentido, de un hijo hacia otro y no son recíprocos. Casi siempre, el mayor tiene celos del menor".
Para manejar estos sentimientos, lo primero que hay que hacer es reconocerlos, no taparlos ni juzgar si se debe o no sentirlos. Esto resulta sencillo con las personas grandes, pero en los chicos existe un inconveniente: no suelen expresar -sobre todo si son muy pequeños- verbalmente sus sentimientos, directa y abiertamente. Hablan en código. No dicen: "tengo miedo de compartirte". No. En general, detrás de un comportamiento nuevo o distinto, esconden lo que sienten de verdad. ¿Cómo? Se vuelven caprichosos, tienen rabietas y regresiones y los padres creen que fueron para atrás en el tiempo: reclaman su chupete o mamadera, dejan de controlar esfínteres, quieren estar a upa, se despiertan a la noche y buscan dormir en la cama de sus padres.
¿Cómo hacer para que exterioricen sus sentimientos y no volverse locos? El recurso es sencillo: dramatizaciones, música, dibujos, juegos con masa. A través del juego, los chicos van sacando lo que tienen adentro y lo decodifican. Una vez que manifiestan lo que les pasa, es necesario actuar con empatía, tratando de ponerse en su lugar.
"Paralelamente - dice Corkille Briggs - es importante elevar su autoestima y aminorar su sensación de desdicha porque la confianza en sí mismo lo va a ayudar siempre, se va a sentir menos amenazado... Lo importante no es ignorar o desechar este sentimiento de los celos sino aprender a manejarlo... Así, puede tolerar tener que compartir el afecto de sus padres porque sabe que posee un sólido lugar en sus corazones ". En el mismo sentido, Corominas también cree que el mejor antídoto contra los celos es fomentar la autoestima. Una forma sencilla: encontrar algo que el bebé no puede hacer. Que el hijo grande se encuentre el único en ese tema. Y da ejemplos: enseñarle a patinar o andar en bicicleta. "A los hijos no se les puede tratar en "manada". Cada uno debe sentirse importante", dice en su libro.
Las mamás suelen agregar otros recursos: involucrarlos en el embarazo aunque no de manera excesiva. Algunas los llevan a las visitas médicas o a las ecografías. Sin embargo, Delfino aclara que "los chiquitos de hoy están bombardeados con imágenes y tecnología. Soy más partidaria de ir ambientando el lugar en el último mes para hacer un acercamiento real y paulatino: armar el moisés, hacer lugar en el armario para la ropita, poner el ajuar en su lugar, entre otras cosas".
Una herramienta frecuente consiste en mostrarle fotos de cuando él estaba en la panza, cuando nació, las visitas al sanatorio, sacar prendas que eran suyas. A los chicos esas cosas les encantan. Con respecto a los más pequeños, quizás el final del embarazo y el mismo nacimiento no sean los momentos más oportunos para dejar pañales, mamaderas o chupetes. No es que sea imposible, pero puede requerir de mayor paciencia y tiempo. Si bien la incomodidad y el costo de tener dos hijos con pañales pueden ser altos, tal vez convenga esperar un tiempo para obtener un mejor resultado.
Preparar un regalo que el bebé "trae para sus hermanos" es otra forma de aminorar los celos. "Tomamos el tema con mucha naturalidad", dice Victoria Romano al referirse al nacimiento de su segundo hijo. "A Agustina le hablábamos de su hermanito que estaba en la panza y de las cosas que iba a poder hacer con él cuando naciera y creciera un poco. El día que fue al sanatorio, Tommy le trajo un bebote para que ella pudiera jugar, alzar, acunar e incluso zarandear", comenta. La estrategia de Romano también la comparten otros padres. "Cuando llegó Tobías, a Camila le regalamos un bebé con su cunita y, a pesar de que tenía menos de 2 años, hacía con él lo que yo hacía con Tobi. Eso sí, cada tanto lo revoleaba y lo tiraba al suelo", cuenta Mariana Podestá.
Es que justamente el juego y los muñecos son una manera sana de expresar los celos. Los chicos descargan en ese bebé de mentira toda la rabia y todo el amor que sienten por el hermanito.
A pesar de las cosas que hagan los padres, los celos van a estar presentes. Delfino comenta que, en muchos casos, cuando el mundo gira excesivamente alrededor de un niño y "el nuevo integrante viene a correr del reinado al primero, sus papás caen en una rueda de artimañas para evitar los celos. Lo único que hacen es incrementarlos".
Tampoco hay que asustarse: cuanto mayor sea la naturalidad con que se trate el tema, habrá una mejor adaptación por parte de los hermanos. Es necesario mostrar los beneficios y las ventajas de traer una nueva vida al mundo, y comentar la alegría que eso significa. Pero sin tapar lo que sienten los chicos. Porque si bien para el adulto puede parecer absurdo, los celos son reales para quien los experimenta. Esto requiere brindar una atención activa y concentrada, una presencia para que sepan que el amor compartido no equivale a un amor inferior.
Hay muchas variables que juegan en cada familia. "Es necesario tener en cuenta que cada nacimiento implica un movimiento intenso de re-acomodación: de no tener hijos a tenerlos, de tener uno a tener dos, de ser el hijo único a tener un hermano, de ser el menor a ser el del medio. La forma en que los padres vivimos este cambio influye en cómo se lo vamos a transmitir al resto de la familia", dice Delfino.
A pesar de las cosas que hagan los padres, los celos van a estar presentes. Delfino comenta que, en muchos casos, cuando el mundo gira excesivamente alrededor de un niño y "el nuevo integrante viene a correr del reinado al primero, sus papás caen en una rueda de artimañas para evitar los celos. Lo único que hacen es incrementarlos".
Tampoco hay que asustarse: cuanto mayor sea la naturalidad con que se trate el tema, habrá una mejor adaptación por parte de los hermanos. Es necesario mostrar los beneficios y las ventajas de traer una nueva vida al mundo, y comentar la alegría que eso significa. Pero sin tapar lo que sienten los chicos. Porque si bien para el adulto puede parecer absurdo, los celos son reales para quien los experimenta. Esto requiere brindar una atención activa y concentrada, una presencia para que sepan que el amor compartido no equivale a un amor inferior.
Hay muchas variables que juegan en cada familia. "Es necesario tener en cuenta que cada nacimiento implica un movimiento intenso de re-acomodación: de no tener hijos a tenerlos, de tener uno a tener dos, de ser el hijo único a tener un hermano, de ser el menor a ser el del medio. La forma en que los padres vivimos este cambio influye en cómo se lo vamos a transmitir al resto de la familia", dice Delfino.