“Fue un parto divino, rapidísimo, pero yo sentía que me había pasado un camión por encima”. La sensación la comparten casi todas las mujeres que han vivido la experiencia -primerizas y multíparas por igual- y no importa si el trabajo de parto duró dos horas, o si estuvieron todo un día internadas esperando la dilatación adecuada.
Ojeras, debilidad y cansancio por el esfuerzo físico realizado; dolores por los puntos -episiotomía o desgarros- y molestias para orinar o defecar; sensación de gran demanda física y psicológica originada por los cuidados que hay que prodigar al recién nacido; pocas oportunidades de descanso prolongado -ya no se puede dormir varias horas seguidas para recuperarse del cansancio-; las molestias originadas por la lactancia -dolor en los pezones o peor aún, grietas, además de dolor de espalda y sentimientos de fracaso si hay alguna dificultad mayor en el establecimiento de la alimentación a pecho- son algunas de las dificultades que viven las mujeres durante el puerperio.
Por eso, el post parto es un momento muy complejo que reúne alegría y cansancio. A las molestias físicas provenientes del parto se suman los factores psicológicos -miedo, angustia, tristeza o depresión- que junto al cansancio físico extremo hacen de las seis semanas siguientes al parto un momento extremadamente delicado y clave para la vida de la mamá y del bebé recién nacido.
Puerperio: buenos días tristeza
Aunque hay puérperas que no la sienten, la tristeza post parto es habitual en muchas mamás y se da más comúnmente en las primerizas. En parte, puede atribuirse al factor hormonal -ya que decae fuertemente el nivel de estrógeno y progesterona, después del parto- pero en realidad son tantos los factores que pueden provocar la tristeza post parto, que es difícil determinar si es uno de estos, o todos los que la provocan:
El hecho de que el parto ya pasó-especialmente, si las grandes expectativas sólo se centraban en ese momento-.
Las grandes responsabilidades del cuidado del bebé -si no se cuenta con ayuda o no se puede compartirlas-.
El malestar físico y el derivado de la propia apariencia -si el parto fue complicado o la mamá quedó con muchos kilos de más y no puede volver a ponerse su ropa normal y, peor aún, tiene que volver por muchos días a su ropa de embarazada-.
Desilusión con el bebé -aunque genere culpa o cueste reconocerlo, muchas mamás pueden sentirse un poco defraudadas porque el recién nacido es muy demandante o todavía no tiene tan linda apariencia-.
Agotamiento y falta de sueño -por los cuidados que demanda el bebé-.
Falta de apoyo del marido o de familiares durante el puerperio
“La tristeza post parto es algo natural, ya que el cambio de vida es muy grande”, explica la psicóloga Aixa Ezcurra que coordina grupos de pre y post parto. “Hay emociones muy ambivalentes con respecto al bebé y a la maternidad y esto suele generar mucha culpa”, agrega.
“Cuando tuve a mi primera hija, Catalina, me sentí enormemente responsable y me asusté mucho. Nunca había sentido tanta responsabilidad por otra persona”, cuenta María Fraccarolli. “Ya estaba lista para salir de la clínica, pero no encontraba valor para hacerlo y me dio un ataque de llanto. No quería volver a mi casa, no me creía capaz de cuidarla yo sola”. Ese momento pasó pronto, gracias a la ayuda de su esposo y su hermana. Pero, los días subsiguientes, María sintió los rigores de la tristeza post parto. Aunque Catalina era una beba muy buena, que dormía mucho y tomaba pecho cada tres horas y media o, a veces, cuatro, su mamá tenía accesos de llanto más o menos fuertes por las tardes o noches, durante aproximadamente los diez días siguientes al parto. “No tenían motivo, salvo que me sentía un poco sola en mi casa: todos habían vuelto a sus ocupaciones habituales, una vez que la gran expectativa se había cumplido. Discutía con mi esposo porque alrededor de las cinco de la tarde comenzaba a llamarlo desesperadamente a su oficina para que volviera a casa”, cuenta. Con el correr de los días, la tristeza pasó, sin necesidad de que el médico interviniera.
El acompañamiento del marido es fundamental para que la tristeza sea llevadera y también es importante estar prevenida de que puede sobrevenir este fenómeno. “Eso hace que las mamás no se asusten tanto cuando algún día lloran sin motivo: todo pasa, y la tristeza también”, dice Ezcurra.
Especialmente en la llegada del primer hijo, el post parto es un momento de muchos cambios para la mujer y el matrimonio. “La independencia se ve coartada, las exigencias son muchas y el cansancio disminuye el rendimiento físico y psíquico de la puérpera”, dice Ezcurra. Asistir a un grupo de recuperación física puede ser importante porque el compartir las vivencias con otras madres que sufren lo mismo, alivia los síntomas, lo mismo que la familia y el marido estén advertidos de estas dificultades para ayudar a la mamá a sobrellevarlas. Otros buenos consejos son descansar todo lo que se pueda, procurarse toda la ayuda posible para atender la casa y para compartir los cuidados del bebé, alimentarse saludablemente, evitar esfuerzos grandes y prescindibles y hablar con alguien acerca de lo que se siente.
En algunos pocos casos, la tristeza post parto es más grave. Si el malestar no pasa en pocos días o la tristeza de la mamá pone en riesgo el cuidado del bebé, se impone la consulta y el tratamiento médico.
Recuperación de un parto normal
Después de un parto normal -haya habido o no episiotomía- hay que prestar especial atención a la zona urogenital de la parturienta. La molestia puede ser mayor cuando se hayan hecho puntos -si hubo episiotomía o desgarro-. Los cuidados específicos los prescribirá el médico, pero lo habitual es que se recomiende la aplicación de hielo local. Es clave la higiene de la zona con agua tibia y una solución antiséptica después de ir al baño y el secado con gasa o toallas húmedas descartables - siempre de adelante hacia atrás, para no llevar microbios del recto a la vagina-. Esto es fundamental para alejar el peligro de infección de la herida.
En cuanto a las posturas, hay que evitar aquellas que hagan presión sobre la zona. Se aconseja acostarse de costado y evitar estar mucho tiempo de pie; sentarse sobre un almohadón o un aro inflable o de caucho también ayuda a mantener la zona libre de presión. Tal vez, el médico indique un calmante suave para evitar mayores dolores e incomodidades.
Si no hubo episiotomía y el periné quedó intacto, de todos modos, seguramente dolerá bastante después de un parto vaginal. La región fue estirada, traumatizada y dolerá por un tiempo. Se recomiendan baños de asiento con agua tibia y la aplicación de hielo -un guante de caucho relleno de hielo machacado-, para desinflamar la zona.
Los ejercicios de Kegel ayudarán también a recuperar el tono muscular de la zona: estimularán la circulación y apresurarán la curación.
De todas formas, el tiempo estimado de curación de la herida o recuperación de la zona después de un parto normal es de aproximadamente 15 a 21 días, aunque también es normal que la zona moleste -aunque no duela- por bastante tiempo más.
Después de un parto normal, las funciones urinaria e intestinal también pueden verse alteradas y no sólo por causas físicas sino también psicológicas -como miedo al dolor o de afectar la cicatrización de la episiotomía-. Es frecuente no pedir ayuda para ir al baño o “aguantar” en forma inconsciente las necesidades fisiológicas por la atención que requiere el bebé. Justamente para atenderlo mejor, la recuperación de estas dos funciones es fundamental en las horas subsiguientes al parto.
Sin embargo, ¿Por qué puede haber dificultades para orinar? No percibir la sensación de ganas de orinar, tenerlas pero no poder lograrlo o sentir ardor al hacerlo son algunas de las dificultades respecto del funcionamiento de la vejiga, después del parto. Es muy importante que la dificultad se resuelva, ya que es conveniente desocupar la vejiga dentro de las seis u ocho horas después del parto para prevenir infecciones urinarias y permitir una retracción uterina normal. Tomar mucho líquido y caminar es clave. Si la vejiga no vuelve a funcionar en las horas siguientes al parto, el médico evaluará la conveniencia de colocar una sonda para vaciarla.
El estreñimiento también es una dificultad que se presenta en el posparto. Aquí el temor a que se suelten los puntos de la episiotomía o el de volver a pujar es, por lo general, la causa principal de esta molestia. También el hecho de no disponer de tiempo para atender las propias necesidades fisiológicas por cuidar al recién nacido. No disponer de tiempo en privado también puede dificultar la regularización intestinal.
En este caso, se deben comer alimentos que faciliten el funcionamiento del intestino -salvado, verduras y frutas-, tomar líquidos y caminar, además de no aguantar las ganas de ir al baño, por más que se esté atendiendo al bebé (se lo puede dejar unos minutos en la cuna o al cuidado de otra persona). Lo importante es que el estreñimiento no se agrave con el correr de los días. Algunas veces el médico indica durante la internación alguna medida para el caso, como un laxante suave o una enema rápida.
Otra dificultad muy común del posparto son las hemorroides -venas varicosas del recto o ano que producen picazón, ardor o sangran-, inclusive cuando no se hayan presentado antes, durante el embarazo. El parto puede provocar que estas venas salgan afuera por la gran presión que se ejerce sobre el recto y el ano al pujar. Para aliviarlas, contribuye evacuar regularmente el intestino -comer alimentos que favorezcan la función intestinal y tomar mucho líquido- y aplicar anestésicos en la zona. Higienizarse con toallitas para hemorroides puede causar gran alivio. Felizmente, se pasan con el correr de los días, si nunca antes se sufrió de ellas.
Recuperación de una cesárea
Originariamente la cesárea fue un procedimiento de última elección ante cuadros obstétricos desesperados, realizada muchas veces en condiciones de cierta precariedad en cuanto a los medios. Hoy en día, la disponibilidad de una buena analgesia, hilos de sutura de gran resistencia y tolerancia, como también de antibióticos adecuados, han reducido en forma muy notoria los inconvenientes del procedimiento.
En los últimos años se ha generalizado la elección de una incisión transversal y baja en el abdomen (incisión de Pfannenstiel), que además de permitir un buen acceso a la pelvis tiene la ventaja de ser muy estética en comparación con las incisiones medianas o longitudinales, permite una mejor cicatrización de la herida y es menos dolorosa, lo que lleva a la paciente a una deambulación más precoz.
Un parto por cesárea requiere por lo general de 4 días de internación durante los cuales, además de realizarse los controles habituales, la mamá recuperará el funcionamiento intestinal, ya que como en toda cirugía abdominal se produce cierto grado de enlentecimiento en el tránsito intestinal (íleo postoperatorio). Hay que verificar que la función urinaria también se desarrolle normalmente. “Respecto de la herida, al ser un procedimiento más invasivo que el parto vaginal, existe mayor cantidad de tejido en cicatrización”, dice Laura Londra, ginecóloga. La recuperación, entonces, es más lenta y el requerimiento de analgésicos, mayor. También tendrá sangrado vaginal (loquios) que, a pesar de que en general se presentan en menor cantidad que luego de un parto, irán disminuyendo a medida que el útero se retrae.
“Durante el postoperatorio inmediato se recomienda el uso de una bombacha más bien alta, que permita un adecuado sostén de la pared abdominal o bien una faja no muy ajustada que permita una deambulación más confortable ”, explica Londra .
Luego del alta de la internación se programa un control para 7 a 10 días post parto o cesárea. En esta visita se examinará la cicatrización de los tejidos suturados en la episiotomía (episiorrafia) o la herida de la cesárea, como también la evolución de la retracción del útero y el curso de la lactancia.
La última visita de control durante el puerperio será alrededor de las cuatro a seis semanas después del parto. El profesional controlará una vez más la cicatrización de la episiotomía o cesárea, si el cérvix está cerrado y si el útero volvió a su tamaño normal. Es una buena oportunidad para hablar sobre todas las dudas que la mamá tenga en ese momento, y para realizar los controles ginecológicos habituales, según el criterio médico.
Nota supervisada por el Equipo Médico de Mamashelp.