Primero con el gateo y luego con los primeros pasos, comienza una nueva etapa de mayor independencia para el bebé y de alegría para toda la familia por los nuevos logros del benjamín. Pero la mamá, pronto descubre preocupada que el tan ansiado objetivo de que su hijo se traslade por su propia cuenta, junto a su inagotable curiosidad por descubrir el mundo, pone en muchas ocasiones a la casa y al bebé mismo en grave peligro. Por eso, junto a la mayor independencia adquirida por el bebé, comienza a aparecer la imposición de los límites necesarios por parte de los papás.
Para la psicóloga Marcela Antebi (psicóloga social, especialista en atención temprana del desarrollo y coordinadora de grupos de crianza) no respetar los tiempos de desarrollo de cada chico y apresurar su crecimiento, provoca muchas veces una situación que exige a los padres tener que ponerle más límites de lo necesario. Por ejemplo, si se incentiva al bebé a caminar demasiado pronto, y él no está preparado pero, así y todo lo hace, se genera una situación no segura, que deriva en una mayor imposición de límites por parte de los adultos. “Lo importante es que se respete el tiempo de los chicos para su desarrollo y que éste sea en ambientes adecuados para explorar los nuevos movimientos de modo que no se generen situaciones que excedan las posibilidades del niño”, explica Antebi.
Es fundamental que pueda manejarse en forma autónoma, brindándole un ambiente propicio, con elementos para explorar y jugar acordes a su edad, desarrollo neurológico, emocional y motricidad. Si al bebé hay que ponerle demasiados límites, tal vez, el ambiente que lo rodea no sea el adecuado, la criatura vea sus posibilidades de juego frustradas y busque permanentemente por su cuenta oportunidades de juego no seguras”, agrega. “Por eso, hay que ofrecerle juguetes acordes con sus posibilidades -por ejemplo, una pelota no tan grande que no la pueda agarrar con las dos manos- y un entorno que facilite su juego”, explica Antebi.
Retirar de la casa adornos costosos y eliminar fuentes de peligro para el bebé -tapando enchufes, limitando el acceso a escaleras y retirando cables de su “radio de acción”, por ejemplo- son estrategias corrientes para poner a salvo al pequeño “terremoto”. Pero como lo importante es reconocer que el bebé no vivirá por siempre en un ambiente “a medida” y que tarde o temprano deberá enfrentarse con peligros u oportunidades de hacer travesuras, es conveniente ir inculcándole principios que puedan hacer de él alguien que se domine a sí mismo y aprenda a respetar tanto las pertenencias y la persona propia como la de los demás.
-
Distraerlo puede surtir efecto. Cuando se le diga “no” y el niño lo sienta como un desafío y un aliciente a repetir la acción prohibida, no hay que perder la paciencia. Tratar de distraerlo con alguna actividad que a él le guste.
-
No jugar al “NO”. Muchos chicos encuentran muy divertido que la mamá les diga “no” y, a propósito, buscan las ocasiones para jugar a esto. No hay que caer en la trampa, porque el peligro es que luego no tome en serio los retos.
-
Enseñarle a reparar el daño. Si, por ejemplo, vació todo un cajón de la alacena, además de decirle que eso no se hace, se lo puede ayudar a poner las cosas en su lugar, como si fuera parte del juego. Luego, hay que distraerlo con otra cosa.
-
No confundirlo. Si nunca está permitido sacar los libros de la biblioteca, deshojar las revistas de mamá o tocar los papeles de papá, no conviene hacer excepciones. Las reglas tienen que ser claras y constantes para que el chico las comprenda y asimile.
-
Esperar es buena idea. Puede pasar que, a pesar de los retos continuos, el bebé parezca tener una obsesión hacia determinado objeto que lo ponga en peligro a él o al objeto mismo. Hay que tratar de eliminar temporariamente la exposición del bebé al objeto hasta que pase un tiempo, él sea más grande y tenga una mayor comprensión de la situación. Mientras tanto, descubrir con qué le gusta jugar al bebé o dónde encuentra el desafío es clave para, entonces, proponerle algo acorde para jugar de manera segura.
-
No siempre “no”. En las cosas que no tienen mayor importancia, dejar que el chiquito se salga con la suya lo puede ayudar a fomentar su independencia y el sentimiento de la propia valía, ya que es muy frustrante recibir todo el tiempo un “no” por respuesta. Por ejemplo, si es lo mismo cambiarle el pañal veinte minutos más tarde, cuando él haya cambiado su humor y haya jugado un rato más, es preferible hacerlo así.
-
Que a un “no” le siga un “sí”. Para que no se frustre o avergüence ante tantos “no”, se le puede mostrar todo lo que sí puede hacer, proponiéndole actividades desafiantes y divertidas.
Adaptar el “no” al bebé en cuestión. No todos los chicos pueden ser retados de la misma forma. Hay algunos que lloran cuando la mamá se enoja y otros que no cejan en su intento hasta que se los retira del lugar prohibido. Hay que ser flexible porque inclusive dos hermanos pueden ser muy distintos al respecto. También un bebé que esté pasando por una etapa conflictiva -destete o dentición, por ejemplo- puede mostrarse demasiado sensible a las reconvenciones maternas.
Conviene advertir que reprimirlo constantemente puede provocarle dudas y vergüenza o sentimientos de frustración y rabia. Para Antebi, “los límites hay que ponerlos en función de lo que cada chico necesita y se construyen de a dos”, y hace hincapié en que cada chico y mamá o papá son diferentes, y las situaciones que viven también lo son.
Dedicar tiempo a estar con el bebé para descubrir qué nueva destreza quiere ejercitar -y que muchas veces lo lleva a meterse en problemas- permitirá a los papás descubrir nuevas y divertidas formas de jugar con su hijo, lograrán conocerlo más y él, probablemente, un poco más saciada su curiosidad y sintiéndose libre de ejercitar junto a sus padres sus nuevos logros, se manifieste más tranquilo y contenido.