Hasta que la mamá conozca los distintos matices del llanto de su hijo -si es de hambre o sueño, si tiene cólicos o si está aburrido- y pueda calmarlo tendrá que pasar un buen tiempo intentando distintas tácticas y ...ser paciente.
“La etapa de mayor irritabilidad del bebé es entre el mes y los dos meses de vida”, explica el pediatra Javier Tain. Las molestias arrancan en la segunda semana de vida, momento a partir del cual se va incrementando el llanto hasta la sexta semana de vida, donde se llega a una especie de meseta, para ir descendiendo hasta el tercer mes, momento alrededor del cual los accesos de llanto tienden a calmarse más rápidamente.
Otro elemento que se suma para que el bebé esté más irritable es que a esta edad todavía no tiene registro de la regularidad con que es atendido. “Hasta el tercer mes no perciben cómo la mamá acude a sus pedidos y la dinámica con que se atienden sus demandas, lo que los hace más irritables”, explica Tain.
Además, hacia esta fecha también la mamá tiene más experiencia y conocimiento de su hijo como para atender más correctamente sus demandas. El bebé llorará menos, por períodos más cortos y se dejará consolar más rápidamente.
El último factor que origina mayor cantidad de llanto, es que el esfínter superior del estómago todavía no está completamente desarrollado y lo condiciona a tener vómitos y reflujo gastroesofágico, lo que es muy molesto. “Muchos de los chicos que lloran mucho sufren este reflujo”, dice Tain.
Por eso, hacia el tercer mes se calma el llanto. “Baja el ritmo de crecimiento del bebé, éste tiene un registro del pedido y de la consecuente atención de la madre y, además, se produce el `cierre´ del estómago”, enumera Tain.
Mientras tanto, hay muchas cosas que se pueden hacer para calmar el llanto del bebé. Pero lo conveniente no es probarlas todas a la vez, sino probar cada una por un lapso de por lo menos 20 minutos, porque probablemente no se calme enseguida y si se cambia de táctica cada 5 minutos, el niño puede irritarse aún más.
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Responder rápidamente al llanto hará que sienta que la mamá lo comprende más rápidamente y también que llore menos y se calme antes. En cambio, si se lo deja llorar un buen rato, antes de acudir, probablemente ese llanto sea más difícil de calmar. Y, por ejemplo, si al principio lloraba por hambre, después llorará por hambre y porque la mamá no vino pronto.
- Una de las principales preocupaciones de un bebé chiquito es la comida y el descanso. Por eso, si estas pautas se alteran (no come o no duerme lo suficiente) el llanto se incrementará. Hay que ver, en principio, si no llora por hambre. Luego, observar si come el tiempo suficiente como para saciarse, lo que luego le permitirá dormir más tranquilo. Y, por supuesto, hacer que haga su “provechito” siempre después de tomar la teta.
- Para hacerlo eliminar gases, es útil darle un masaje circular en el abdomen en círculos en sentido horario, y presionar sus rodillas sobre su propia pancita o mover sus piernas como si el bebé estuviera pedaleando en una bicicleta.
- Si el bebé llora y se prende al pecho para terminar, a los 5 minutos de tomar, llorando aún más fuerte, es claro que hay algo más que lo molesta y no es el pecho. Probablemente sean gases, ganas de eructar o que necesita dormir succionando pero le molesta que salga leche (busca dormirse y no comer).
- Pasear a upa de mamá o mecerlo en brazos puede ser reconfortante. La cercanía de la mamá, el estar apretado contra ella puede calmarlo y, tal vez, hasta logre dormirse. Pero si la mamá está muy nerviosa o el bebé no se calma, tal vez sea conveniente que lo pasee el papá.
- Chupar también puede calmarlo. Muchas veces, el bebé quiere succionar pero no necesariamente comer. Ofrecer un chupete -cuando la mamá está de acuerdo con usarlo y siempre que no trague aire- puede ser la solución.
- Ponerlo boca abajo sobre las rodillas de un adulto y darle palmaditas en la espalda puede aliviarle el trastorno digestivo al presionarle suavemente el abdomen. Lo mismo puede hacerse pero poniéndolo derecho contra el hombro, y palmeándole la espalda.
- Darle un baño de agua tibia lo puede relajar.
- Sacarlo a pasear en el cochecito. A los bebés les encanta mecerse y, por lo general, logran dormirse de esta forma.
- Un buen masaje puede ser muy efectivo para frenar su llanto.
- Cantar o hablarle puede resultar reconfortante al bebé. Puede ser siempre lo mismo: a los bebés les encantan los sonidos monótonos.
- Si la mamá ya no sabe qué hacer para calmar el llanto del bebé, debe buscar ayuda. Una abuela paciente, el papá o una amiga puede ayudarla a consolar al bebé o llevarlo a pasear. Probablemente a él lo beneficie estar en contacto con una persona que a esta altura esté más tranquila y a la mamá seguramente la beneficie encontrar a quien le dé un respiro.
- Siempre hay que atender a un bebé que llora y si todo lo que se hace para calmarlo no surte efecto, de todos modos hay que observarlo y permanecer cerca.
¿Cuándo es conveniente consultar con el pediatra? Cuando llora mucho y no se calma con una caminata, a “upa”, o con alguna otra táctica sencilla, es mejor que lo vea el médico para que descarte alguna afección. “Por lo general, en el consultorio todos se calman, tal vez porque la mamá ya está tranquila. También se da un círculo vicioso: el bebé llora por una necesidad real, la madre se pone nerviosa porque no sabe cómo solucionarla y esto pone al chico más nervioso y entonces, llora más”, explica Tain.
Si un bebé que antes no lloraba tanto, comienza a hacerlo muy frecuentemente, hay que estar atentos y ante la eventualidad llamar al médico -puede ser un síntoma de enfermedad, o de dentición-. La atención especializada siempre es beneficiosa para el desarrollo saludable del bebé, por lo que un llamado al pediatra es recomendable ante cualquier anormalidad. Y, a la vez que intentamos calmar su llanto, recordemos que el tiempo pasa pronto, y que todas estas eventualidades de la crianza, son parte de un camino único que vale la pena recorrer.
Nota supervisada por el Equipo Médico de Mamashelp