sí como el bebé, después de la concepción, necesita destruir tejido materno para anidarse y la madre acepta físicamente al nuevo ser, también es necesaria la aceptación emocional y psíquica del embarazo por parte de la futura mamá.
La mujer vive profundos cambios en el embarazo. Los físicos son los más notorios, pero no son los únicos importantes. Adaptarse psicológicamente al embarazo lleva su tiempo y cada trimestre tiene sus características en este aspecto.
“Una madre tiene que nacer psicológicamente, tal como su bebé nace en forma física”, dice la psicóloga Inés Dibártolo .
Pero, ¿cómo surge esta nueva identidad de la mujer? “Surge gradualmente a través del trabajo acumulativo de los meses que preceden y siguen al nacimiento físico del bebé”, aclara la profesional.
Entonces, convertirse en madre es un proceso mediante el cual una mujer adopta una actitud mental diferente a la que había tenido hasta ese momento: se reorganizan sus intereses y prioridades y descubre nuevas inquietudes.
En el embarazo se provocan muchos cambios emocionales en la mujer y al mismo tiempo la psicología particular de cada mujer afecta su embarazo.
Muchas mujeres perciben el embarazo en forma inconsciente. Cierto desasosiego, unidos a síntomas físicos “raros” -cansancio, sueño, malestar en las mamas- le pueden advertir que algo está pasando. Después, la falta menstrual y el test que mide la hormona gonadotrofina coriónica humana (GCH) se lo confirman.
En el primer trimestre, el sueño es una manifestación física de que la futura mamá está intentando reacomodarse a su nueva realidad psíquica: se retrae sobre sí misma y busca descansar a solas, lo que le permite ir elaborando paulatinamente los cambios que sobrevendrán. El hijo en esta etapa es una mezcla entre realidad y fantasía, porque, lo cierto es que su presencia física todavía no se advierte en el volumen de la panza o en sus movimientos. “El sueño que se siente es como meterse hacia adentro e identificarse con el bebé que se está engendrando, y si bien los otros síntomas tienen su base fisiológica, también manifiestan el conflicto y la ambivalencia que siente toda embarazada: quiero este embarazo, pero también me asusta el cambio en mi vida”, explica Brígida Morgenroth, especialista en grupos de preparación para el parto.
La hipersensibilidad de la mujer, el humor cambiante y la irritabilidad -el nivel de hormonas también lo desencadena- es una de las características del embarazo y se expresa también en los sentimientos ambivalentes que experimenta: por un lado, se siente muy vulnerable y, por el otro, muy fuerte. “El embarazo es un cambio fenomenal y hay poca cosa firme de qué sostenerse”, dice la psicóloga Aixa Ezcurra , que coordina grupos de embarazadas.
“En el primer trimestre el temor fundamental es el de perder el bebé”, dice Dibártolo, “y es posible que la futura mamá revise su deseo de tener un hijo y puede pasar un período de dudas y replanteos: ‘¿Podré cuidarlo? ¿Seré capaz de darle un lugar en mi vida?’ ”.
El miedo a las malformaciones es una de las mayores preocupaciones de la mamá en el segundo trimestre. La presencia del bebé ya es una realidad y se manifiesta cuando la embarazada comienza a sentir sus movimientos.
“En el segundo trimestre, la embarazada se siente activa y con muchas ganas de encarar sus tareas; el embarazo es una realidad”, dice Morgenroth. “En el tercer trimestre en cambio, hay que dar mucho hacia adentro, alimentar y oxigenar a ese bebé que presiona contra otros órganos y las costillas, sintiéndose las molestias del final del embarazo”, agrega. La futura mamá tiene sentimientos ambivalentes: quiere que su hijo nazca pronto pero, a la vez, teme el parto o, ante la inminencia de grandes cambios en su vida, manifiesta deseos de que todo siga igual .
“El parto constituye una prueba no sólo física: tal vez la madre no se sienta segura de poder seguir dando al bebé todo lo que le ha dado hasta ese momento dentro de su panza, ni de poder reorganizar su vida, incluyéndolo”, explica Dibártolo.
El Deseo del Embarazo
A veces, el deseo mismo del embarazo y de tener un hijo está a un nivel mucho más inconsciente. Y esto también se manifiesta en la actitud de la mujer ante la realidad de la gestación. Los cambios físicos, disparan al principio una respuesta emocional negativa pero con el correr del tiempo, la mujer logra aceptar el embarazo y la presencia de su hijo como algo positivo.
El peso de las actividades laborales también afecta a las futuras mamás al agregar una exigencia más. “Por lo general, cuando en el curso les decimos que alrededor del séptimo mes dejen de lado las actividades no prioritarias, las embarazadas empiezan a sentirse aliviadas: necesitan el visto bueno de la sociedad, necesitan permiso”, termina Ezcurra.
Según Marcela Antebi , psicóloga y coordinadora de grupos de crianza, el primer hijo es el que más fantasías despierta “porque si no hay fantasía no hay espacio para hacerle a ese hijo, un espacio interno que no es sólo la panza”, explica. “Una vez que pasan los primeros miedos, se puede empezar a disfrutar del embarazo, sentir que a medida que crece la panza crecen todas las cosas que uno imagina con respecto a un hijo y que proyecta a partir de la idea del hijo; aparece el disfrute de sentir que se mueve, que tiene o no un nombre -esto también habla de algo importante- y que, en función de ese hijo, también se construye una familia”.
¿Una mujer embarazada siente que nadie la entiende? “A veces sí”, dice Antebi. Por eso, la especialista recomienda compartir la experiencia maravillosa y a veces difícil del embarazo con otras futuras mamás.