“Sobreprotección es un término inadecuado para calificar los cuidados que los bebés de hasta un año reciben por parte de sus madres”, dice la psicóloga Inés Dibártolo . “El niño necesita ser muy protegido hasta el año y su desarrollo requiere muchísimos cuidados”. Si bien algunas de las conductas que adoptan las madres pueden parecer sobreprotectoras -como levantarse de noche para constatar si el bebé respira-, lo cierto es que son propias de la madre en este período tan especial de la crianza que es el primer año.
“La palabra ‘sobreprotección’ tiene una valoración negativa”, explica Dibártolo, quien también afirma que muchas veces hasta el mismo pediatra propicia actitudes en la mamá que desestiman el cuidado estrecho por parte de ella, tan necesario en este período del desarrollo del niño. “El entorno tampoco ayuda con sus consejos en este sentido. Se observan muchas veces precoces intentos de educar”, dice la psicóloga. En este rubro, se inscriben actitudes que se aconsejan a la mamá, como por ejemplo, “no lo alces siempre que llore”, “dejálo llorar así aprende a dormirse solo”, “no vayas a verlo siempre que proteste”, entre otras. “En ciertos círculos se da mucha importancia a la independencia”, dice Dibártolo, “sin embargo, el bebé requiere que la mamá se ponga en su lugar todo el tiempo y eso es algo positivo. Es valioso que la mamá esté en ese estado de identificación con su hijo, porque la supervivencia del niño depende exclusivamente de ella”.
Entonces, ¿cuándo se puede empezar a hablar de sobreprotección? “Recién cuando los bebés tienen desplazamiento propio, comienza la separación de la madre” , dice Dibártolo. Allí es cuando pueden darse este tipo de conductas por parte de la mamá, que la profesional prefiere denominar de “retención”, en lugar de sobreprotección. “Estas conductas tienen como características el hecho de coartar la independencia del hijo y desvalorizar los recursos propios del pequeño”, explica. Esto es porque la mamá se siente la única intermediaria entre el niño y el entorno, entonces coarta su desarrollo autónomo. “Los sucesivos ingresos del niño en la cultura generan separaciones de su mamá y muchas veces ella no está preparada para eso”, explica Dibártolo.
La mamá que ya ha tenido otros hijos puede encontrar que los cuidados que demandó uno de ellos difieren de los demandados por otro. Para Dibártolo, “hay que darle al bebé lo que necesita y recordar que todos los hijos tienen necesidades y características distintas”.
En cambio, si se ha proporcionado consuelo y tranquilidad suficientes al bebé durante el primer año de vida, por ejemplo acudiendo en su ayuda cada vez que lo solicitó, se creó en él una base de seguridad que lo acompañará toda su vida. “Esto se manifiesta en chicos que lloran menos, y que más adelante establecen buenos vínculos con la maestra y con los padres, y se muestran más seguros y más obedientes”, dice Dibártolo. Por otro lado, los chicos que se han visto privados de mantener un vínculo de apego con sus madres se manifiestan más desconfiados e inseguros y son más demandantes, mientras que los que sí tuvieron un apego seguro a sus madres desde su nacimiento, esperan confiados que el medio, más adelante, satisfaga sus necesidades.