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Distintas maneras de ser madre

Adoptar un Hijo

Muchas familias deciden adoptar un hijo, incluso algunas que ya tienen sus hijos biológicos. La razón es clara: se trata de un acto de amor y de generosidad.


"Luego de meses y meses de intento, finalmente me di cuenta de que probablemente nunca me quedaría embarazada", expresa Susana, quien después de tres años de matrimonio empezó a considerar la adopción como algo probable. "Mi marido y yo pasamos por los exámenes primarios, para considerar luego las opciones médicas que nos proponían", cuenta, "pero al escuchar al especialista supe que no sería capaz de seguirlas. Sentía que se hablaba de seres de laboratorio; me sentí maltratada." 

La experiencia de Susana Ruiz revela cómo fue su camino hasta meterse de lleno en el mundo de la adopción, sobre el que habla apasionada: "Está lleno de gente necesitada, que son las mamás; y de chicos dispuestos a satisfacer la necesidad que tenemos de dar." Nunca habla de generosidad, pero basta escucharla un momento para sentir admiración por ella y su marido y por otras parejas con tanta capacidad para aceptar y cobijar a una persona que no tiene relación de sangre con ellos. Si bien no es fácil aceptar que biológicamente no se podrá tener un hijo propio ni vivir la dicha del embarazo, adoptar no es nunca una opción de "descarte", sino todo lo contrario. 

Tal vez sea una de las elecciones de maternidad mejor pensadas, con lo cual muchas otras dudas y temores propios de la crianza están sobrellevados con gran temple. Es lo que evidencia también el testimonio de Mariela, quien afirma: "Una vez que la actitud de entrega está, te sentís mamá plena y no ves la hora de que ese hijo llegue, que te llamen del Juzgado, que vos y tu marido sean los elegidos." La espera puede ser larga, pero el deseo de tener una familia contribuye a superar la ansiedad. 

Las mamás adoptivas relacionan ese tiempo con el que otras viven con el embarazo, aunque las primeras no tendrán una "fecha probable de parto". Esto puede ser vivido de manera angustiante por momentos, pero la experiencia de Marita, otra mamá adoptiva, la lleva a decir que "si se considera que el hijo llegará cuando estemos mejor preparadas para recibirlo, se puede soportar muy bien. Además, nosotras vivimos algo diferente y es la sorpresa del llamado cuando te avisan que tu hijo o hija te está esperando. Es algo indescriptible, que no cambiaría por nada de lo vivido." No hay ninguna diferencia entre lo que sienten las mamás que adoptan un hijo y las que lo conciben; ambas pueden ser capaces del mismo amor, de la misma generosidad; y ambas pueden expresar cómo han cambiado para siempre su manera de preocuparse por todo lo que pasa en el mundo, como si quisieran preservar a sus hijos de cualquier cosa que les haga sufrir.

Adoptar en la Argentina es un proceso que se rige por una ley (la 24779) reformada en 1997, la cual exige que el adoptante tenga 30 años o más, a menos que se trate de cónyuges con más de tres años de casados o que puedan acreditar la imposibilidad biológica de tener hijos. Existe un período de "guarda" que se extiende por seis meses desde el momento en que la persona recibe el niño y que debe tener el consentimiento de los progenitores, citados ante el Juez. Una vez superada esa etapa, y si el niño y los nuevos papás están adaptados, se inicia entonces el juicio de adopción que dará al nuevo hijo los derechos plenos de filiación. Esto significa un reconocimiento legal, pero la filiación es mucho más. Es también maternidad (y paternidad), plenitud, generosidad y, sobre todo, la posibilidad de ampliar las propias capacidades de amar a otros. Animarse a dar ese paso es siempre una muestra de humildad, porque implica reconocer que en algo no podemos decidir sobre la naturaleza. Compartir la experiencia con otras mamás que ya lo han vivido será uno de los alicientes más fuertes que un matrimonio podrá encontrar, porque verá en ellas el brillo especial de la mirada materna y paterna, más allá de la biología.


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