De un día para el otro, el bebé se lanza a la aventura de caminar y descubre un mundo de posibilidades que su natural curiosidad no está dispuesta a rechazar. Comienza la etapa del “niño explorador”, que culminará alrededor de los tres años de edad.
De ahora en más, excepto que esté durmiendo o se sienta mal por algún motivo, es probable que el bebé esté en constante acción. “El niño deambulador se desplaza por el mero placer del movimiento –explica la licenciada María Elena Manso , psicopedagoga clínica-. Esta etapa comienza al iniciarse la locomoción y es el comienzo de la independencia de un niño”.
Evolutivamente, durante el segundo año de vida, el chico comienza a incursionar en el mundo de los adultos. Ya puede permanecer sentado por períodos y comer solo. Está en condiciones de manipular elementos y llevárselos a la boca.
Y en su afán de conocer, puede tomar contacto con objetos potencialmente peligrosos. Este progreso evolutivo genera, a la vez, un enorme desafío para sus padres. “Cuando un chico empieza a caminar no tiene la más mínima noción de peligro; son los padres quienes deben propiciar el ambiente adecuado para que el bebé se desenvuelva seguro”, concluye la licenciada Manso.
Los padres deben incentivar a su hijo a investigar y a descubrir el mundo que lo rodea con sus propios ojos. Sin embargo, hay que saber encontrar el equilibrio y saber decir “no” a aquello que supone un riesgo. La primera medida para estar tranquilos es alejar de su alcance las cosas que, de plano, son peligrosas.
La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) brinda algunos consejos clave para prevenir accidentes en el hogar:
- Observar el estado de las instalaciones eléctricas, cubrir los tomacorrientes e instalar disyuntores.
- Dejar fuera de su alcance medicamentos, fósforos y productos de limpieza como lavandina, detergentes y venenos.
- Cocinar en las hornallas posteriores, sin dejar las asas de los utensilios a mano.
- Sacar de su alcance objetos pequeños como maníes, monedas y botones.
- Colocar protecciones y rejas en ventanas, balcones y escaleras.
- Tapar pozos y corregir desniveles.
- Rodear con vallas de seguridad las piletas y estanques de agua.
A medida que vaya cobrando seguridad, el “niño explorador” se planteará nuevos desafíos. Por eso será común sorprenderlo caminando dentro de la casa arrastrando una cartera o intentando levantar un objeto que pesa varias veces más que él. Correr, trepar y tirar serán parte de su rutina.
Francisco y Paola son los papás de Violeta, de dos años. Ellos aseguran que la paz de la casa terminó el día que Viole dio su primer paso. “Desde que empezó a caminar se convirtió en un terremoto. Siempre uno de los dos debe estar detrás, ya que tiene el hábito de llevarse todo a la boca”, cuenta Francisco.
Con el movimiento, además de explorar, el bebé empieza a ofrecer permanentemente cosas a quienes lo rodean. En estos casos, es bueno aceptarle aquello que ofrece con un sonoro “¡gracias!”, remarcando así que se valora su generosidad y paralelamente, enseñando esta norma de urbanidad que es pedir por favor y agradecer.
La etapa exploratoria de un bebé obliga a sus padres a evitar los riesgos hogareños, pero es importante no transmitirle miedos e inseguridades. Al lograr ese fino y difícil equilibrio se le estará garantizando un crecimiento feliz en un entorno seguro.