Definido como un "defecto o exceso que como propiedad o costumbre tienen algunas personas", un vicio es un hábito negativo, difícil de abandonar. El cigarrillo, en particular, es uno de los vicios más extendidos en el mundo.
Mientras que en sus orígenes éste era un hábito masculino, hoy se estima que el número de mujeres fumadoras se triplicará en la próxima generación en todo el mundo. Esta tendencia es especialmente preocupante si se tiene en cuenta que un 25 por ciento de las mujeres fuma durante el embarazo o la lactancia.
Cuando una mujer embarazada fuma, los componentes tóxicos del cigarrillo –monóxido de carbono, nicotina y otras sustancias– pasan a través de la placenta y llegan al bebé en gestación. Los doctores Alfonso Rombolá y Enrique Colombo, de la Asociación Médica Argentina(AMA) , alertan: "Está comprobado que el cigarrillo es sumamente perjudicial para el embarazo. Reduce el flujo de oxígeno y altera la absorción de vitamina C y otras vitaminas y nutrientes que son fundamentales para el adecuado desarrollo del bebé". Además, las mujeres que fuman tienen el doble de probabilidad de presentar placenta previa y hemorragias.
Los doctores Vicente Donato y Jorge Wolinsky (AMA), explican que las consecuencias más frecuentes sobre el bebé son: "Retraso de crecimiento intrauterino y menor longitud corporal, disminución del perímetro torácico y cefálico, reducción del peso al nacer, distress respiratorio del recién nacido, muerte súbita del lactante y propensión a las infecciones respiratorias".
María decidió no fumar más cuando se enteró de que esperaba a su primer hijo. "Los dos primeros meses no toqué un cigarrillo, pero estaba loca por no fumar", recuerda. Entonces, su obstetra le permitió tres cigarrillos por día, para reducir el nivel de ansiedad. "Fue así como en los siguientes meses estipulé que fumaría uno después de almorzar, otro después de comer y un tercero flotante. A veces el olor al cigarrillo apagado me daba un poco de asco así que no me costó tanto." En el segundo embarazo siguió la misma recomendación. "Pero en el tercer embarazo empecé con cinco, aunque terminé fumando más. Mi beba nació muy chiquita, con poco peso. La verdad es que me sentí muy mal, ya que mis otros hijos habían sido grandes al nacer. Creo que el poco peso se debió a mi exceso de cigarrillo", afirma, y a la luz de esa experiencia concluye: "Ahora sé que hubiese sido mejor dejar de fumar directamente".
No es necesario ser fumadora para perjudicar al bebé. Se estima que alrededor de 50 millones de mujeres en todo el mundo son obligadas a fumar pasivamente durante el embarazo. De nada sirve el esfuerzo de la madre, si el padre fuma o permite que otros lo hagan en su presencia, tanto durante el embarazo como durante la lactancia.
El embarazo es una ocasión inigualable para empeñar toda la voluntad en abandonar el cigarrillo. Pero un reciente estudio europeo advierte que esta determinación debería llegar mucho antes a la familia en formación. El Comité de Ciencia y Control de Tabaco de la Asociación Médica Británica estudió la relación entre el tabaco y la fertilidad y concluyó: "Una mujer que fuma tiene un 40 por ciento menos de posibilidades de quedar embarazada. Un varón joven que fuma tiene el doble de posibilidades de padecer impotencia sexual, mientras la calidad y cantidad de sus espermatozoides se reduce drásticamente."
La nicotina no es la única sustancia tóxica que atraviesa la placenta y entra en la circulación sanguínea del bebé. Lo mismo ocurre con la cafeína y con el alcohol. Un estudio publicado recientemente en el British Medical Journal indica que las mujeres que consumen entre cuatro y siete tazas de café por día aumentan el riesgo de aborto después de las 28 semanas en un 80 por ciento.
Pero no es necesario llegar a esas cantidades: aún en proporciones moderadas, la cafeína tiene efecto diurético, con la consecuente liberación de fluidos y calcio, ambos necesarios para el bebé en gestación. Además, la ingestión de café con azúcar produce sensación de saciedad y reduce el apetito para ingerir alimentos nutritivos. También fomenta los cambios de humor y dificulta el reposo adecuado. Por todo esto, se recomienda evitar la cafeína o limitar su ingesta a no más de dos raciones diarias, teniendo en cuenta que no sólo está presente en el café, sino también en el té, el cacao y las bebidas cola. El papá puede colaborar, haciendo él mismo un esfuerzo en este sentido.
El alcohol pasa al torrente sanguíneo del hijo en las mismas concentraciones en que se encuentra en la sangre materna. Pero como el bebé tarda el doble en eliminarlo de su sangre, puede ocurrir que él esté sufriendo los efectos del alcohol mientras su madre no los siente.
Cuando la ingesta materna de alcohol es excesiva –5 o 6 raciones de vino, cerveza o bebidas destiladas por día–, se produce el Síndrome Alcohólico Fetal, que podría describirse como una resaca que dura toda la vida, además de aumentar el riesgo de muerte neonatal, malformaciones y deficiencias.
Aún no se sabe a ciencia cierta qué consecuencias tiene la ingesta moderada (por ejemplo, un vaso diario). Sin embargo, todo lleva a pensar que es preferible suspender totalmente el alcohol durante el embarazo, y por eso el apoyo del papá es importante también para evitar “caer en la tentación” con este tema.
Cigarrillo, café y alcohol deben permanecer lejos del bebé que está en camino. Éste debe ser un esfuerzo de toda la familia. Si el padre se une a esta campaña con sus propias renuncias, no sólo acompaña a su mujer, sino que invierte su esfuerzo en un mejor comienzo para su hijo.
Nota supervisada por el Equipo Médico de Mamashelp