A partir de los dos años, el pensamiento infantil alcanza el grado de desarrollo suficiente como para poder representar nuevos conceptos que hasta ese momento resultaban demasiado abstractos o simbólicos. Entre estas habilidades más complejas, surge en los chicos la posibilidad de fingir estados de ánimo, dolores y conductas que no están ocurriendo realmente. En otras palabras, aparece en escena “el gran simulador”.
“Cada vez que hablo por teléfono o charlo con una amiga, mi hijo dice que le duele la panza. Llega a tirarse al piso y gritar con desesperación. Sin embargo, cuando me siento con él para calmarlo, inmediatamente me dice que se le pasó el dolor. Es evidente que se trata de un manejo para reclamarme atención”, cuenta Soledad, mamá de Federico (3).
¿Qué hay detrás de este tipo de comportamientos? ¿Qué buscan los chicos cuando fingen toser o llorar, entre otras conductas? A esta edad, los chicos captan los gestos, reacciones y respuestas de los adultos que los rodean. Un gesto de asombro o preocupación y una actitud de mayor disponibilidad o atención de los padres hacia sus hijos son conductas que los chicos quieren que se repitan.
En este sentido, es común que –frente a una tos o un llanto de dolor– los padres respondan de esta manera y acudan a sus hijos con dedicación y consuelo. “Esto coloca al chico en un lugar central, en el que los otros temas cotidianos pasan a segundo plano en comparación con lo que le sucede a él”, explica la psicóloga María Adela Bertella. “Los chicos, entonces, fingen simbólicamente un estado de angustia para que sus padres centren su atención en ellos”.
Cuando estas situaciones se repiten y se transforman en algo habitual, es importante que los padres aprendan a identificarlas y ayuden a sus hijos a superarlas. “Es fundamental que los adultos entiendan que el chico está reclamando otra cosa que siente que le falta o que necesita en ese momento. Este pedido indirecto tiene que ser atendido para averiguar qué hay detrás”, recomienda la psicóloga. Es común, por ejemplo, que a través de simulaciones los chicos les reclamen a sus padres que jueguen con ellos. Cuando estos espacios se logran, los reclamos suelen ceder.
La especialista sugiere, entonces, que los padres les pregunten a sus hijos por qué tosen o lloran. Cuando los chicos les explican, Bertella ofrece una posible respuesta de parte de los adultos: “Ahora me doy cuenta de por qué tosías tanto. Querías que mamá estuviera con vos jugando un ratito, pero vos ya sabés hablar, entonces podés decírmelo con palabras. Así, yo puedo saberlo más rápido
Muchas veces, las “simulaciones” aparecen a raíz de los celos por un nuevo hermanito, o cuando en un grupo de chicos hay un “seductor nato” que se muestra más simpático o divertido que el resto. En cualquier caso, la actitud que deben asumir los padres es la misma: incitar a sus hijos a expresar lo que sienten en palabras. Además, es importante no favorecer siempre al nuevo hermano o al que resulta más comprador. La atención repartida reduce el margen de celos.
Si los pedidos de atención se transforman en una oportunidad de diálogo y en una instancia de comprensión entre padres e hijos, es probable que los actos fingidos, que en general encubren un reclamo legítimo, cedan su lugar a las palabras. La tarea de ayudarlos a transformar el modo de pedir, sin embargo, recae en los padres. Con su guía y comprensión, “el gran simulador” finalmente madurará.
Nota supervisada por el Equipo Médico de Mamashelp.